La historia no es solo el relato de hechos pasados. Es, ante todo, lección de lo bueno y de lo malo que el hombre ha sido o puede llegar a ser. En tal sentido, estamos convocados a conocerla y a aprender de ella… sea para no repetirla, o para rescatar lo positivo de los sucesos.
Hagamos un poco de historia. Pocos «acontecimientos» históricos han gravitado tanto en mal de la humanidad como el nacismo. En cuanto perverso interés de adoctrinamiento, guardando las distancias que caben, en buena medida el régimen nazi tiene paralelismo teodogmático con la Inquisición. Aquel entre mediados de los años 30 y 40 del siglo pasado, y ésta a partir del IV Concilio de Letrán (1215) consolidada en el siglo XV. Y es que los dos persiguieron apuntalar artificiosamente doctrinas restrictivas de la libertad y dignidad, en función de concepciones racistas el primero y de fe la segunda, ésta, que igual tuvo miramientos raciales en torno a los hebreos.
En 1935 se crea en Alemania la Sociedad de Estudios para la Historia Antigua del Espíritu, conocida como la Ahnenerbe, que en español se traduce «herencia ancestral». La mente maligna tras la entidad fue Heinrich Himmler, Reichsführer de las SS, idealizador y conductor de la «solución final de la cuestión judía». Sin fundamento científico alguno, la Ahnenerbe sostenía que la raza alemana procedía de los sobrevivientes de la Atlántida, que se expandieron por todo el planeta y en especial por los territorios noreuropeos, dando origen a los arios. Por ende, quienes no descendían de estos eran una «raza inferior» a ser exterminada o al menos sometida por los supuestos superiores.
Alrededor de la perversa teoría se fraguó una serie de intenciones, uno de cuyos cometidos fue eliminar al cristianismo para sustituirlo por una religión pagana alemana que recoja los macabros principios del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Así emprendió la Ahnenerbe en la búsqueda de objetos místicos, entre los cuales particular relevancia tenían el martillo de Thor, el Santo Grial y el Arca de la Alianza. Los mismos dado el poder que imaginariamente conferían a sus tenedores, de lo cual los nazis pretendían tomar ventaja.
El Partido Nazi logró incorporar en la Ahnenerbe a varios seudocientíficos, historiadores, arqueólogos y «pensadores», con quienes organizó varias excursiones al Tíbet, Oriente Próximo, Noruega y otros países europeos. Se dice que inclusive incluyeron a Bolivia en sus tours.
La Ahnenerbe fue una organización con más de cuarenta dependencias. Estaban encargadas de estudios de la más variada gama: la lengua y la arqueología germánicas; el folclore, la música, la literatura y la geografía alemanas; y las conductas arias, entre otras materias que «justificaban» los fundamentos del nacionalsocialismo. Singular importancia tuvo el departamento de esoterismo, a cargo de Friedrich Hielscher.
En su obra El enigma nazi: el secreto esotérico del III Reich, el escritor español José Lesta refiere que Hielscher idealizó una «religión» novedosa y adecuada al nazismo. La sustentó en elementos tales como el vínculo de sangre, la intrepidez y disciplina del soldado alemán, y otros «valores» acordes al ideario de Hitler y la jerarquía nazi, que calaron fuerte en el pueblo germánico. Entre las más insólitas «recomendaciones» del intelectual alemán estuvo sustituir la Navidad por el Día del Sol Invencible, y la Pascua de Resurrección por Ostara (diosa de la fertilidad).
Es desquiciamiento de la Ahnenerbe llegó a su clímax con el almacenamiento de dos sarcófagos en una bodega descubierta por los Aliados al final de la guerra. Se trataba de aquellos de Federico el Grande – gestor de la expansión territorial prusiana – y del mariscal Paul Von Hindenburg – presidente de la República de Weimar – quien nombró Canciller a Adolfo Hitler. También sorprendió la existencia de otro ataúd vacío reservado para el dictador nazi. Relata la historia que era propósito de la singular Sociedad conservarlos para su resucitación que permitiría esparcir la sangre de tales «personajes» por el mundo, altos representantes de la «gloria alemana»… a decir del fanatismo del partido nazi.
Muchos de los experimentos médicos del régimen nacionalsocialistas fueron asimismo promovidos por la Ahnenerbe. Entre estos aquellos que se dieron en el campo de concentración de Dachau, en que seres humanos eran sometidos a inimaginables torturas bajo justificaciones clínicas que solo reflejaban la perversidad de Hitler y sus seguidores.
La historia no es solo el relato de hechos pasados. Es, ante todo, lección de lo bueno y de lo malo que el hombre ha sido o puede llegar a ser. En tal sentido, estamos convocados a conocerla y a aprender de ella… sea para no repetirla, o para rescatar lo positivo de los sucesos.
Fuente: la nación
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