Conservar frutas y verduras frescas por más tiempo no solo permite reducir el desperdicio de alimentos, sino que también ayuda a mantener una alimentación saludable y económica. Especialistas en nutrición y ciencia de los alimentos coinciden en que la selección cuidadosa, el conocimiento del gas etileno y un almacenamiento adecuado marcan la diferencia. A continuación, se presenta una guía completa basada en las recomendaciones de expertos internacionales.
Selección: el primer paso hacia la frescura

Elegir ingredientes frescos desde el inicio es clave. La dietista Joy Dubost advierte que las frutas o verduras con magulladuras, partes blandas o señales de marchitez aceleran su deterioro. Los productos locales o nacionales suelen durar más que los importados, debido a que no han sido cosechados con tanta anticipación.
Gas etileno: el acelerador invisible
El etileno es un gas natural que algunas frutas liberan y que acelera la maduración de los productos cercanos. Frutas como bananas, manzanas y tomates deben almacenarse lejos de verduras sensibles como hojas verdes, zanahorias o pepinos. Así se evita una descomposición prematura.
Ventilación y humedad: enemigos ocultos
El flujo de aire y la reducción de humedad son fundamentales. Michael Robinov, de Farm to People, sugiere usar bolsas de malla o papel, que permiten la ventilación. Por su parte, la científica Nicole Avena recomienda evitar el exceso de humedad para impedir la aparición de moho y pudrición.
Almacenamiento específico por tipo de alimento
Cítricos
Pueden mantenerse a temperatura ambiente por una semana y luego refrigerarse en bolsas plásticas o recipientes herméticos.
Duraznos y peras
Se maduran primero a temperatura ambiente. Una vez maduros, deben trasladarse al refrigerador.
Arándanos
Requieren refrigeración sin lavar. Se sugiere usar toallas de papel debajo y evitar contenedores cerrados.
Bananas
Mantenerlas a temperatura ambiente y separar de otras frutas. Se puede envolver el tallo con film para frenar su maduración.
Verduras de hoja verde
Guardar en recipientes con papel absorbente, sin lavarlas hasta el consumo.
Papas, cebollas y ajo
Conservar en lugares frescos y oscuros, fuera del refrigerador, para evitar cambios de sabor y brotes.
Tomates
Almacenar en la encimera. La refrigeración les quita sabor y textura.
Calabazas
Guardar en lugares frescos y oscuros. Si no se dispone de esos espacios, se puede optar por el congelador. Los calabacines y pepinos, en cambio, requieren refrigeración inmediata.
Brócoli, coliflor y repollo
Refrigerar sin cortar y sin bolsas. Las porciones cortadas deben ir en recipientes herméticos, alejadas de frutas que emiten etileno.
Paltas (aguacates)
Si se van a consumir pronto, elegir las más blandas. Si no, seleccionar firmes y almacenarlas a temperatura ambiente hasta que maduren, y luego refrigerarlas.
Alternativas para productos en deterioro
No todo está perdido cuando los alimentos comienzan a marchitarse. Muchos pueden congelarse para su uso posterior en batidos o postres. Tomates y zanahorias maduras se transforman fácilmente en salsas y sopas, mientras que los cítricos pueden exprimirse. La clave está en evitar el desperdicio reutilizando inteligentemente los alimentos.
Conservar adecuadamente frutas y verduras no solo depende del refrigerador. Se trata de conocer sus particularidades, evitar combinaciones contraproducentes y aprovechar su ciclo natural para maximizar su duración. Una buena práctica alimentaria empieza en el mercado, continúa en el hogar y se completa con conciencia y creatividad en la cocina.
Fuente: Infobae
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