El lunes 28 de abril de 2025, España vivió uno de los apagones eléctricos más extensos de los últimos años. Durante cerca de diez horas, gran parte de la península quedó completamente desconectada de la electricidad y del internet. La red ferroviaria, el metro, los sistemas de pago digitales, los colegios y buena parte de los servicios esenciales colapsaron. Las ciudades se sumieron en la oscuridad y el silencio digital, revelando una cruda realidad: la alta dependencia de la tecnología moderna y de una infraestructura energética continua.

Aunque el suceso no tuvo consecuencias fatales ni generó un caos social desbordado, sí despertó un sentimiento colectivo de desconcierto. Muchos ciudadanos se vieron obligados a caminar largos trayectos para regresar a casa, mientras otros improvisaban formas de adaptarse a la falta de información y comunicación. En ese escenario de desconexión total, un viejo protagonista resurgió con fuerza inesperada: la radio analógica.
La tecnología moderna, inservible sin electricidad
El apagón puso en evidencia una verdad simple pero contundente: sin electricidad, la tecnología digital no sirve. Computadoras, teléfonos, redes móviles, routers, electrodomésticos, sistemas de seguridad y medios de comunicación quedaron fuera de servicio. Comercios cerraron al no poder aceptar pagos electrónicos; padres recogieron antes a sus hijos del colegio; y los ciudadanos, aislados digitalmente, comenzaron a buscar cualquier medio para obtener información confiable sobre lo que ocurría.
La radio, especialmente los modelos antiguos a pilas, se convirtió en la única fuente funcional de noticias. Desempolvada de repisas olvidadas, rescatada de cajones o comprada apresuradamente en bazares, la radio se erigió como el canal más confiable en medio de la incertidumbre.
Una radio que “llevaba quince años ahí”
Historias como la de una vecina de Hortaleza, que encontró una radio guardada desde hace quince años en su mesilla de noche, reflejan la utilidad inesperada de estos aparatos. “Tenía pilas, se lo he puesto y funcionaba”, relató aliviada, mientras intentaba sintonizar algún noticiero que le explicara lo que estaba pasando. En Malasaña, otra residente compartió cómo se quedó cerca de una ventana solo para escuchar la radio de su vecina, ya que no tenía batería en su teléfono móvil.
Este fenómeno no solo reavivó el uso de la radio como herramienta informativa, sino que también provocó un cambio en la interacción social. Con los teléfonos inutilizados, muchos comenzaron a hablar entre sí en la calle, compartiendo experiencias y tratando de entender juntos la situación. “Era fleje humana”, decía una residente madrileña, aludiendo a la espontánea solidaridad urbana.
Radios a pilas: un bien de lujo durante la crisis
Apenas una hora después de iniciado el apagón, las radios a pilas se agotaron en los pocos bazares que seguían operando. “¿Tenéis radios?”, preguntaba una mujer en un establecimiento de Chamartín, ya con una fila larga esperando para comprar velas y mecheros. La respuesta fue negativa: “Solo nos quedan radios para enchufar, de las que no valen”, explicó el dependiente. La demanda inesperada evidenció que, pese a su aparente obsolescencia, las radios analógicas siguen siendo vitales en situaciones límite.
Lecciones de un colapso: resiliencia y memoria
Lo ocurrido en España no es una excepción mundial. En países como Cuba, los apagones forman parte de la rutina y están incluso regulados por decreto. Allí, la ciudadanía ha desarrollado estrategias para sobrellevar la falta de energía durante largos períodos. En contraste, el caso español ha servido como una llamada de atención para repensar la vulnerabilidad de sociedades altamente digitalizadas.
El retorno de la radio en medio del colapso energético es más que una anécdota: es un recordatorio de que las soluciones más simples pueden ser las más efectivas cuando fallan las infraestructuras modernas. Las pilas, las linternas, las velas… y las radios, resurgen como herramientas fundamentales en la supervivencia urbana del siglo XXI.
Un renacer simbólico
Más allá de su función práctica, el renacimiento de la radio analógica representa también un símbolo. En tiempos en que todo pasa por una pantalla y por la inmediatez digital, el sonido de la radio —con sus voces humanas, sus pausas y su calidez— ofreció compañía, orientación y calma. Frente al silencio digital del apagón, la radio volvió a hablar, recordándonos que a veces lo más útil no es lo más moderno.
Fuente: Infobae España
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