Manta, ciudad costera de Ecuador, se encuentra en el epicentro de una creciente ola de violencia, siendo utilizada como punto de partida para actividades de narcotráfico a nivel internacional. Recientemente, esta localidad fue testigo del asesinato de un legislador en las inmediaciones de un circo, un suceso que refleja la gravedad de la situación.
El engaño de la paz
A pesar de los esfuerzos del presidente Daniel Noboa y su administración por presentar una imagen de calma, la realidad es desafiante. Aunque se informa una disminución de muertes violentas en comparación con años anteriores, el 2023 fue un año récord en términos de violencia, con una tasa de homicidios sin precedentes.
Una guerra sin fin
El ministro de Defensa, Gian Carlo Loffredo, advierte que Ecuador está inmerso en una guerra prolongada, donde los ciudadanos comunes son víctimas colaterales de la violencia desatada por grupos criminales. Los ataques indiscriminados, tanto en las calles como en los hogares, han dejado un rastro de horror y desesperación.
Autoridades señalan a Manta como uno de los principales focos de violencia, donde la presencia del crimen organizado es alarmante. La reciente firma de un decreto presidencial de estado de excepción en esta ciudad refleja la gravedad de la situación y la necesidad de una intervención urgente.
La batalla en las calles
El despliegue de fuerzas militares y policiales en las calles se presenta como una medida desesperada para contener la espiral de violencia. Sin embargo, la falta de una estrategia clara deja dudas sobre la eficacia a largo plazo de estas acciones.
El costo humano
Detrás de las estadísticas se esconde el sufrimiento humano. Cada crimen, cada secuestro, representa una tragedia para las familias afectadas y socava la confianza en las instituciones encargadas de proteger a la ciudadanía.
Un llamado a la acción
La población ecuatoriana, agobiada por la inseguridad, ha aceptado medidas drásticas del Gobierno, como el aumento de impuestos y la presencia militar en las calles, en busca de una solución a la violencia desbordada. Sin embargo, la urgencia de la situación demanda acciones más efectivas y sostenibles a largo plazo.
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