En medio del concreto y las luces de dos de los estados más cosmopolitas de Estados Unidos, la comida ecuatoriana ha encontrado no solo un espacio en los menús, sino en los corazones de una comunidad que busca, a través del paladar, un refugio emocional. Nueva York y Nueva Jersey se han convertido en auténticos santuarios culinarios para los migrantes ecuatorianos, donde un bolón, un encebollado o una tonga pueden significar mucho más que un plato: pueden ser una medicina contra la nostalgia.

Un ancla cultural entre rascacielos
Según datos del Pew Research Center, más de 450.000 ecuatorianos viven en Nueva York y Nueva Jersey. Para muchos de ellos, el acto de comer se transforma en una ceremonia de identidad. Más de 300 restaurantes ecuatorianos registrados en ambos estados —según datos de Yelp y licencias locales— constituyen una red afectiva que mantiene viva la memoria del hogar.
Entre semáforos, murales latinos y acentos diversos, la gastronomía ecuatoriana se erige como una ancla cultural. Son emprendimientos familiares donde los ingredientes llegan desde Ecuador o desde el recuerdo. Porque en cada cucharón de caldo de bolas, hay una historia; en cada pedazo de seco de pollo, una declaración de pertenencia.
Ñaños593: fe, sabor y resistencia en Union City
Ubicado en Park Avenue, Union City (Nueva Jersey), Ñaños593 Restaurant & Grill nació en 2021 en plena pandemia. Para Irvin Vera, su fundador, fue un acto de fe y también una necesidad comunitaria: “La gente necesitaba reencontrarse con sus raíces, aunque fuera desde una mesa con arroz y menestra”, afirma.
Ñaños es una cápsula cultural. El encebollado se sirve con pan, ají y chifles, mientras Julio Jaramillo suena en los parlantes y los niños corretean entre las mesas los fines de semana. Su menú —que incluye bolones, arroz marinero, desayunos costeños y colada morada— ha conquistado paladares ecuatorianos y extranjeros por igual.
Con dos locales, en Elizabeth y Weehawken, Ñaños se ha consolidado como mucho más que un restaurante: es un espacio para celebrar cumpleaños, llorar ausencias, contar historias y compartir identidad.
La Roca: cocina de herencia y comunidad
En Elizabeth, Nueva Jersey, La Roca es otro emblema de la gastronomía ecuatoriana. Fundado por Yolanda, una migrante que llegó en 2012, el restaurante es un tributo a las recetas heredadas de su madre, abuela y tía. Su menú es diverso y regional: encebollado manabita, cangrejos, corviches, tongas, seco de chivo, llapingachos, fanesca, jugos y postres como higos con queso.
Más que un lugar para comer, La Roca es un refugio emocional. “Lo más difícil de vivir en este país, no es adaptarse al frío, sino a la comida sin alma”, confiesa una clienta frecuente. Cada receta es elaborada con ingredientes importados y sazón casera, transmitiendo el orgullo de cocinar para no olvidar.
Hoy, los hijos de Yolanda continúan su legado con dos restaurantes adicionales en el estado, ampliando la influencia de su cocina familiar y consolidando una cadena que alimenta el alma ecuatoriana lejos de casa.
Moreno: bolón, saxofón y nostalgia en Union City
En Moreno Restaurant, la experiencia trasciende el plato. Ubicado también en Union City, este restaurante ofrece algo más: música en vivo. Cada fin de semana, un saxofonista interpreta melodías como Chola Cuencana o Nuestro Juramento, acompañando el encebollado humeante o el bolón de queso.
Ese detalle convierte al restaurante en un fenómeno local. La gente hace fila, a veces hasta por dos horas, solo para vivir esa mezcla de sabor y música. Su carta —que incluye bollos, guatita, ceviche mixto, choco-flan e higos con queso— atrae a ecuatorianos, colombianos, norteamericanos y hasta rusos, que llegan por curiosidad y se quedan por la experiencia.
Barzola y Leticia’s: la tradición en el corazón de Nueva York
En Jackson Heights, uno de los barrios más multiculturales de Nueva York, Barzola representa la historia de la cocina ecuatoriana en Estados Unidos. Fundado en 1987, ha superado crisis y tendencias con una receta sencilla: sabores auténticos, porciones generosas y atención que recuerda a las fondas de la Costa.
El ceviche de camarón en copa, la guatita con arroz y maduro, o el seco de gallina son parte de un menú que transporta al comensal directo a un domingo en Ecuador. “Aquí uno siente que no está tan lejos”, afirma Ana María, migrante de Portoviejo.
Por su parte, Leticia’s, en Corona, ofrece un ambiente más íntimo y familiar. Inspirado en la cocina de mamá, su menú incluye platos típicos como tripa mishqui, seco de gallina y jugos de naranjilla. Es un restaurante que abraza, que recuerda la calidez del hogar, donde el cliente no es solo un comensal, sino parte de una familia extendida.
Cocinar para resistir: más allá de los sabores
Los restaurantes ecuatorianos en Nueva York y Nueva Jersey son espacios donde el exilio emocional se alivia con cada plato. Representan mucho más que gastronomía: son actos de resistencia cultural, de transmisión de identidad, de recuperación de la memoria.
En cada bolón servido, en cada vaso de jugo de tomate de árbol, hay una historia, una familia, una comunidad que dice: “Aquí estamos. No hemos olvidado quiénes somos”.
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