Moritz Thomsen nació en 1915 en Seattle, en el seno de una familia de millonarios. Murió en 1991 en Guayaquil, víctima de una enfermedad de pobres.
Para huir de un padre a quien calificó de “tiránico”, Moritz Thomsen se incorporó en 1964, a la edad de 48 años, a los Cuerpos de Paz. Lo enviaron en una misión a Río Verde, Esmeraldas, con el propósito de realizar un proyecto de agricultura. Allí permaneció cuatro años, de un total de los treinta y cinco que vivió en el Ecuador. El proyecto fracasó, pero su permanencia en Esmeraldas le concedió a Thomsen el material para la escritura de sus libros. (Las citas de este artículo corresponden a Bad news from a black coast [Malas noticias desde una costa negra], libro que recoge los últimos apuntes de Thomsen y publicado de forma póstuma el año 2018.)
En Esmeraldas, Thomsen se encontró con “el desesperante mundo de la pobreza, un mundo más brutal que cualquier cosa que yo haya imaginado”. Calificó a la pobreza como una forma de locura (“insanity”), a través de la cual palpó “un mundo de sufrimiento y de muerte temprana, de heridas abiertas y hambre (…), de malicia, envidia, celos, de hermanos robando a hermanos; en resumen, una sociedad sometida a estas insoportables presiones, que se empieza a desintegrar”.
Thomsen vio en Esmeraldas el abandono del Estado, que era percibido por la gente como un enemigo. Esto, porque Esmeraldas fue un territorio de conquista para la gente de la Sierra. Para explicarlo, Thomsen recontó que en 1912, cuando Carlos Concha y sus huestes declararon la guerra al gobierno del presidente Leónidas Plaza, “contra lo que se levantaron los negros fue contra la dominación de los forasteros serranos. Ellos lo perdieron todo frente a la gente de la montaña y no recibieron nada a cambio. Ellos dijeron ‘ok, si insisten, somos ecuatorianos’ y luego no recibieron ninguno de los servicios públicos que era esperable que el gobierno nacional les proveyera. No vías, no puentes, no escuelas ni hospitales, agua potable o electricidad, nada salvo la arrogante presencia de la policía mestiza y los políticos rapaces”.
Para explicar el colapso de Esmeraldas, Moritz Thomsen recordó una frase del laureado escritor V. S. Naipaul: “el colapso de la sensibilidad”. Thomsen escribió: “El colapso de la sensibilidad, qué hermosa frase para describir lo que suele ocurrir en los países más pobres entre los pobres, esa terrible caída a la animalidad”.
Después de veinte años de vivir en Esmeraldas, Thomsen afirmaba que el pueblo había cambiado, pero para peor. La sociedad que él conoció había empezado a desintegrarse, “y sentí que pronto, si tan sólo pudiera vivir unos años, podría ver a bandas de ladrones y asesinos”, y que la ciudad de Esmeraldas “existía tan solo para ser destruida y, en un futuro no distante, ser entregada a las llamas”. Consideraba naïve que se piense en alguna ciudad estadounidense como el futuro. Thomsen decía, tajante: “Esmeraldas es el futuro”. Un futuro en llamas.
Hoy, Esmeraldas es una de las tres zonas más violentas de la región más violenta del mundo. Tal vez sea el infeliz preludio de un mundo Mad Max.
Moritz Thomsen murió en Guayaquil, víctima de la epidemia de cólera del año 1991.
Fuente: La Nación
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