Pra. Miriam Florencia/Guayaquil
Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas partes enfermos en lechos, a donde oían que estaba. Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos. Marcos 6:55-56
La fama de Jesús se había extendido tanto que por donde quiera que Él caminaba le ponían los enfermos a su paso para que por lo menos éstos pudieran tocar el borde de su manto y recibir su milagro. Esto era un acto lleno de fe, pero ellos estaban interesados en ser curados, quizás el padecimiento físico los agobiaba tanto que sanar la enfermedad era prioridad antes que sanar el alma. Jesús sanaba a los enfermos, y muchos que no alcanzaban a llegar hasta donde Él estaba, por lo menos deseaban tocar su manto. De la misma manera ocurre en estos tiempos, muchos buscan el milagro, pero no quieren tener una relación personal con el Señor de los milagros, Jesús, quien vino a este mundo no solo a sanar a los enfermos sino a salvarlos de la muerte eterna. Es necesario que quien se acerca a Él lo haga por medio de la fe, buscando primeramente la salvación y por añadidura sanar la enfermedad o cualquier otra necesidad. Para reflexionar: ¿Alguna vez ha tenido tanta necesidad de Dios que por lo menos ha deseado un toque de Él? ¿Se conforma solo con un poco de su presencia o con toda su plenitud? ¿Ha experimentado la paz de Dios en su vida? Acérquese al Señor Jesús confiadamente y permita que obre en su vida.
Fuente: La nación