Jorge Gallardo Moscoso/Guayaquil
“No son el paraíso del liberalismo, pero tienen mucho más de liberalismo clásico que del socialismo como se cree” (y se pretende hacer creer). La cita se refiere a los países nórdicos (Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Escocia), que destacan en los puestos (entre el 14 y 26) de las naciones con los mejores indicadores de Libertad Económica, y que ocupan los primeros lugares con mejor calidad de vida, acompañando, entre otros, a Suiza, Canadá, Australia, Estados Unidos, Alemania y Países Bajos.
A poco de que los ecuatorianos acudan a las urnas para elegir al binomio presidencial que reemplazará a Lasso y a Borrero, abordar este tema es importante porque con frecuencia y, sin duda, con el ánimo de confundir (en realidad mentir), las organizaciones políticas denominadas Progresistas (‘progres’ y populistas/clientelares de la pobreza), en sus discursos asocian su socialismo izquierdista con la social democracia de los nórdicos, que, en esencia, al instalarse (1930, a instancia de los postulados del alemán Eduard Bernstein), apoya una mayor intervención estatal, llama a mejores acuerdos entre los trabajadores, el Estado y los empleadores, y promueve una mayor igualdad económica social. Todo “en el marco de una economía capitalista”. Esto último todos los gobernantes de estas naciones (repúblicas y monarquías constitucionales), no sólo que lo han respetado, sino que se han esmerado por darle mucha más fuerza para asegurar el bienestar de sus comunidades.
Este modelo gubernamental “respeta los fundamentos del capitalismo” y claramente su accionar está muy lejos del socialismo y de sus añadidos como el caricaturesco del Siglo XXI o del inventado ‘progre’, cuyos objetivos son otros: gran intervención estatal, severas limitaciones al emprendimiento privado, combate riguroso a las leyes del mercado y, entre otros, desprecio por las libertades de prensa, pensamiento y opinión, lo cual ni ahora ni antes ha ocurrido en los países con los que, supuestamente, dicen tener muchas coincidencias y que siendo gobierno central quieren emular. Es imposible creerles, tanto más porque los nórdicos han puesto a funcionar y exitosamente la economía de mercado (propiedad privada, libertad de elección y competencia, limitado papel gubernamental, etcétera). Los bienes de capital son privados y la mano de obra se paga de acuerdo con el rendimiento, capacidad y competencia. (En estos tiempos en que se discute la posibilidad de fijar un salario mínimo para toda la Unión Europea, los nórdicos se oponen, pues dicen estar bien con las negociaciones que se hacen en cada una de sus naciones).
Que estos países son ejemplares y han conseguido una gran igualdad económica y social entre sus habitantes es, sencillamente, una verdad incuestionable. Pero, decir que eso sucede “gracias a gobiernos socialistas”, es una gigantesca mentira. Sus gobernantes han sido social demócratas, de centro derecha y coaliciones entre estos, y han logrado sus objetivos sin ser “paraísos del liberalismo” y, por supuesto, jamás socialistas.
Fuente: La nación
Otras noticias: El silencio: estrategia política o el terror a equivocarse y perder una elección