La contaminación del suelo por metales pesados representa una amenaza creciente para la salud pública y el medio ambiente a nivel mundial. Un reciente artículo publicado en la revista Science revela que hasta 1.400 millones de personas habitan en regiones donde los niveles de contaminación por metales como arsénico, cadmio, cobalto, cromo, cobre, níquel y plomo superan los límites seguros. Esta problemática, si bien no es nueva, ha sido escasamente documentada en su distribución global, lo que ha dificultado una respuesta coordinada.

El estudio se basa en 796.084 puntos de muestreo recopilados en 1.493 estudios regionales. Lo que lo convierte en uno de los esfuerzos más ambiciosos hasta la fecha para cartografiar este tipo de contaminación. Los investigadores utilizaron además herramientas de inteligencia artificial para identificar las áreas donde los metales tóxicos superan los umbrales de seguridad tanto para la salud humana como para la agricultura.
Impacto sobre la agricultura y la seguridad alimentaria
Uno de los hallazgos más alarmantes del estudio es que entre el 14 % y el 17 % de las tierras de cultivo en el mundo —aproximadamente 242 millones de hectáreas— están contaminadas por metales pesados. Esta situación no solo afecta al rendimiento de los cultivos. Sino que también altera los ecosistemas, reduce la biodiversidad del suelo y pone en riesgo la seguridad alimentaria global.
La bioacumulación de estos metales en plantas y animales de granja implica que los consumidores humanos también están expuestos a través de la cadena alimentaria. El arsénico, por ejemplo, ha sido vinculado a enfermedades como el cáncer de piel y de vejiga. Mientras que el plomo y el cadmio son conocidos por afectar el sistema neurológico y los riñones.
Persistencia en el medioambiente y causas múltiples
Una de las características más problemáticas de los metales pesados es su alta persistencia en el suelo. A diferencia de otros contaminantes que se degradan con el tiempo, estos permanecen activos durante décadas o incluso siglos, dificultando su remediación y amplificando su impacto a largo plazo.
El origen de esta contaminación es mixto: fuentes naturales geológicas como la erosión de rocas ricas en metales se combinan con actividades humanas como la minería. La industria metalúrgica, el uso excesivo de fertilizantes químicos y el manejo inadecuado de residuos industriales.
Un corredor de contaminación transcontinental
El análisis reveló además un “corredor de contaminación por metales pesados” que se extiende a lo largo de Eurasia, especialmente en regiones de baja latitud. Donde la actividad minera ancestral y la degradación del lecho rocoso contribuyen significativamente a la presencia de estos contaminantes. Este hallazgo subraya la dimensión histórica y acumulativa del problema, así como su carácter transfronterizo.
Un llamado urgente a la acción política y agrícola
Los investigadores hacen un llamado directo a los responsables políticos y agricultores para que actúen de forma inmediata. Proponen que los datos recopilados en este estudio sirvan como base para la implementación de políticas de gestión del suelo más estrictas, la promoción de tecnologías de remediación ambiental y una vigilancia continua de los niveles de metales en áreas de cultivo y hábitats humanos.
En un contexto de cambio climático y creciente presión sobre los recursos naturales, proteger el suelo de este tipo de contaminación no es solo una cuestión ambiental, sino también una prioridad de salud pública y de seguridad alimentaria global.
La contaminación por metales pesados en el suelo es un enemigo silencioso que afecta a cientos de millones de personas en todo el mundo. Si bien sus efectos no siempre son visibles de inmediato, su impacto acumulativo puede ser devastador para generaciones futuras. La ciencia ha dado un paso fundamental al mapear esta amenaza con datos concretos, pero ahora el reto es actuar con decisión para salvaguardar la salud humana y restaurar los ecosistemas afectados.
Fuente: Expreso
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