Aunque todo se encuentra en una fase muy inicial, la escalada de violencia experimentada este fin de semana en Israel se ha traducido en una nueva convulsión en el mercado mundial del petróleo, extremadamente volátil últimamente. Los precios han repuntado con fuerza tras el repentino bajón experimentado la semana pasada y los miedos a un barril de crudo más alto han vuelto a hacerse patentes en los análisis de los expertos. Los bancos centrales miran de reojo, especialmente un Banco Central Europeo (BCE) atrapado entre una economía que se debilita y una inflación que no se acaba de relajar y que ahora puede encontrar más combustible. Unos precios del crudo persistentes serían la peor ‘zancadilla’ para el organismo. Como mínimo, un escenario adverso retrasaría el regreso al objetivo de inflación.
En su newsletter de mercados, el analista Andreas Steno Larsen, ex de Nordea, avisa: “Los inquietantes acontecimientos de este fin de semana en Gaza no hacen sino aumentar una prima geopolítica ya elevada en los mercados del petróleo y de renta fija (….) Y el mercado del petróleo está al volante de la macroeconomía mundial“.
“Cualquier extensión del conflicto a los países productores de petróleo, Arabia Saudí a la cabeza, podría encarecer el precio del crudo, con efectos inflacionistas negativos para Occidente y supondría tipos más altos durante más tiempo“, afirma Guillermo Santos, responsable de estrategia de la firma española de banca privada iCapital.
Preocupado por lo que atañe a Europa, Ulrich Leuchtmann, estratega de divisas de Commerzbank, hace un vaticinio importante: una sacudida del precio del petróleo -aunque fuera a ser mucho menos pronunciada que la ocurrida en 1973, precisamente también a raíz de tensiones en Oriente Próximo- sería un escenario especialmente lesivo para el BCE y para el euro. Sin embargo, el BCE tendría menos margen que, por ejemplo, la Reserva Federal en EEUU.
“Aunque de vez en cuando surjan dudas sobre la solidez de la economía estadounidense, es probable que exista un amplio consenso entre los participantes en el mercado de que la economía estadounidense es mucho más resistente que la europea. Esto significa también que la Fed estaría en mejores condiciones que el BCE para luchar contra el efecto inflacionista de una crisis de los precios del petróleo subiendo los tipos de interés reales más de lo que podría hacerlo el BCE, ya que este último se enfrentaría a un importante bache económico y posiblemente a una recesión”, sostiene el experto de Commerzbank.
En una nota para clientes de hace unas semanas, antes de imaginar que la tensión se dispararía de este modo en Israel, Carsten Brzeski y Bert Colijn, analistas de ING, alertaban ya de cómo agravaría un repunte sostenido del petróleo el actual “trilema” de los bancos centrales: cómo equilibrar la ralentización de las economías, una inflación aún demasiado elevada y el efecto retardado de unas subidas de tipos sin precedentes.
“Una subida de los precios del petróleo complicará aún más las cosas, ya que no solo agravará la desaceleración económica, sino que también impulsará al alza la inflación (o al menos reducirá la tendencia desinflacionista). Equilibrar crecimiento e inflación será aún más difícil y las futuras decisiones sobre tipos de interés no solo vendrán determinadas por estas dos variables, sino también por la credibilidad de los bancos centrales”, lanzaban como advertencia.
Centrando su análisis precisamente en el BCE, los dos economistas hacían énfasis en que, a pesar de diferir la situación actual de la de los años 70, cuando una segunda crisis energética fue uno de los principales motores de la segunda oleada de inflación en muchos países, las expectativas de una mayor desinflación se verán afectadas por la subida de los precios del petróleo. Esto podría dar lugar a un descenso más lento de la inflación hasta el objetivo del 2%.
Es cierto que, según los cálculos del servicio de estudios del banco holandés, para que la cifra global de inflación en la eurozona aumente en 0,3 puntos porcentuales en todo 2024, los precios del petróleo se tendrían que mantener en los 95 dólares durante todo el año, un nivel que, a día de hoy, está por encima de las previsiones del grueso de analistas. Asimismo, conceden, el encarecimiento del petróleo probablemente mermaría aún más la confianza y el gasto de los consumidores, contribuyendo así a la actual tendencia desinflacionista debida a la menor demanda. Sin embargo, resaltan, la gran incógnita es si la subida del precio del petróleo volverá a provocar efectos de segunda ronda generalizados como los que se vieron el año pasado tras lo ocurrido en Ucrania.
“Muchos de los factores que impulsan la inflación subyacente siguen siendo desinflacionistas, y las empresas manufactureras siguen indicando que los costes de los insumos están bajando a pesar de la subida de los salarios y los precios de la energía. Y como los nuevos pedidos se están debilitando, la deflación de los bienes industriales no energéticos es realista hacia finales de año. En cuanto a los servicios, el debilitamiento de la demanda también está contribuyendo a la ralentización de la inflación a pesar del aumento de los costes salariales, según el PMI de septiembre. Nuestras expectativas son que la inflación subyacente se ralentizará significativamente desde el 5,3% de agosto hacia finales de año”, empiezan resolviendo Brzeski y Colijn.
Aun así, continúan, “si el mercado laboral sigue tan tenso como ahora y la economía se recupera un poco a principios de 2024, existe el riesgo de que el aumento de los costes de los insumos energéticos sitúe también la inflación subyacente por encima del 2%. Mucho depende de la fortaleza de la economía en los próximos meses, lo que añade incertidumbre al BCE”.
Algo ha cambiado tras el covid
Para los autores del informe de ING, antes de la pandemia, la mayoría de los bancos centrales probablemente habrían pasado por alto la subida de los precios del petróleo. “Algunos incluso consideraban que el aumento de los precios del petróleo acabaría siendo deflacionista, socavando el poder adquisitivo y la competitividad industrial. Sin embargo, ya no estamos en la era prepandémica, sino en la del retorno de la inflación. El BCE ha subrayado en los últimos meses que hacer demasiado poco es más costoso que hacer demasiado en términos de tipos”, escriben.
Para el BCE, las recientes proyecciones de los expertos se basaban en la hipótesis técnica de un precio medio del petróleo de 82 dólares el barril en 2024. Si el año próximo el precio medio del petróleo se situara en los 95 dólares referidos antes, las previsiones de inflación del BCE aumentarían probablemente hasta el 3,3% en 2024 (desde el 3,2%) y, lo que es más importante, hasta el 2,4% en 2025 (desde el 2,1%), según la estimación de ING. En consecuencia, la vuelta al 2% se retrasaría hasta 2026.
“El retraso de la vuelta al 2% no sería la única razón para que el BCE se planteara nuevas subidas de tipos. Aunque el BCE seguiría reconociendo la naturaleza deflacionista de una nueva sacudida de los precios del petróleo, el riesgo de que esta nueva sacudida de los precios del petróleo pueda provocar un desanclaje de las expectativas de inflación se sumará definitivamente a las preocupaciones del BCE, haciendo no solo más probable una nueva subida de tipos, sino también que estos se mantengan más altos durante más tiempo”, cierran los dos economistas.
Golpe al euro
“Desde lo ocurrido en los 70, EEUU se ha convertido en exportador neto de energía, en parte directamente y en parte porque exporta bienes que consumen mucha energía. Europa, por su parte, aún no ha conseguido reducir suficientemente su dependencia de los combustibles fósiles. Por tanto, una subida del precio del petróleo encarecería por término medio los productos estadounidenses frente a los europeos. En la jerga de los economistas: es probable que mejore la relación de intercambio de EEUU y que empeore la de Europa”, explica Leuchtmann, de Commerzbank.
“Por supuesto, los precios son persistentes, al menos más que los tipos de cambio. Y la Reserva Federal tiene la evolución de los precios internos más o menos bajo control de nuevo. Al menos tan bien como el BCE, si no mejor. Por ello, el efecto de la relación de intercambio debería reflejarse, al menos en una parte significativa, en unos precios más bajos en el euro/dólar (EUR/USD) que en una inflación estadounidense más alta en comparación con Europa”, añade.
A modo de cierre premonitorio, Leuchtmann, de Commerzbank, echa la vista a 2022: “Los pesimistas podrían señalar: en el conflicto de Ucrania, la OPEP+ también actuó de forma muy agresiva. Los productores de petróleo árabes no mostraron ninguna solidaridad con Occidente, sino que parecen haber intentado maximizar sus ingresos petroleros como consecuencia del ataque ruso a Ucrania. Si ese fue el caso durante un conflicto que ni siquiera implicaba a un país árabe, ¿cómo será la situación cuando se trate del ‘caso árabe’ y se dirija contra Israel?”.
Lo cierto es que Israel no es un productor de petróleo, pero existe la preocupación de que el conflicto pueda generar una mayor incertidumbre en la región y conducir a sanciones más duras sobre el petróleo de Irán, cuyo Ministerio de Relaciones Exteriores ha respaldado las acciones de Hamás como un acto de autodefensa. Hasta ahora EEUU ha levantado algo la mano con el régimen iraní, pero lo sucedido en estos últimos días complica que se mantenga esta postura, haciendo peligrar el incremento de oferta que supondría el crudo iraní. El conflicto también podría complicar los esfuerzos de la administración Biden para negociar un acuerdo con Arabia Saudí para normalizar los lazos con Israel, lo que también podría afectar la voluntad del reino de aumentar su producción de petróleo.
Fuente: Revista El Economista
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