Un hito en la danza contemporánea
El arte de Kléver Viera marcó un antes y un después en la danza ecuatoriana. A lo largo de su vida, Viera dedicó su ser a la evolución y el fomento de la danza contemporánea en Ecuador, dejando una huella imborrable en cada paso que dio. Su incansable trabajo se caracterizó por una búsqueda constante de identidad, lo que hizo que su legado trascendiera fronteras y generaciones.
La formación y el inicio de su carrera
Kléver Viera nació en Cotopaxi y fue allí donde dio sus primeros pasos en el arte de la danza. En 1974, comenzó su formación en el Instituto Nacional de Danza, donde se formó en ballet clásico con Noralma Vera y danza moderna con Rubén Guarderas. Dos años después, se unió como bailarín profesional a la Compañía Nacional de Danza (CND), donde su perspectiva política y estética fue moldeada bajo la tutela de Rodolfo Reyes. Gracias a su pasión y dedicación, Viera pudo ampliar sus horizontes en México, donde fundó el Ballet Contemporáneo Alternativa y dio sus primeros pasos como coreógrafo. En este contexto, se consolidó como un referente de la danza ecuatoriana.

El impulso democratizador de la danza
Desde sus inicios, Viera mostró una profunda preocupación por democratizar la danza en Ecuador. A comienzos de los años 80, regresó a su país natal y retomó su vínculo con la CND. Durante esa etapa, organizó la Escuela Coreográfica. Junto a Carlos Cornejo, fundó el Centro de Danza en 1981. Este se convirtió en un espacio fundamental para la formación de nuevas generaciones de bailarines. En 1984, Kléver Viera fundó la Escuela Yaradanza. Su objetivo era acercar la danza ecuatoriana contemporánea a los sectores populares. Así fortaleció el acceso a la educación artística en comunidades menos favorecidas. Su enfoque inclusivo y revolucionario también lo llevó a contribuir a la creación del Frente de Danza Independiente (FDI). Esta participación consolidó aún más su impacto en la danza ecuatoriana contemporánea.
Un legado vivo en la danza latinoamericana
El trabajo de Viera no se limitó a Ecuador. En 1986, realizó giras internacionales por Colombia y Europa. Allí dictó talleres y presentó su obra en diversos escenarios. Gracias a estas experiencias, se consolidó como un embajador de la danza ecuatoriana contemporánea. En 1988, se unió al grupo colombiano Ensamblaje-Combo. Participó en actos callejeros de arte multidisciplinario, lo que fortaleció su vínculo con otras tradiciones y propuestas coreográficas. A través de su trabajo y su dedicación, Viera dejó una marca profunda en la danza contemporánea latinoamericana.
La reflexión crítica de un creador
Además de su trabajo artístico, Kléver Viera también fue un pensador crítico. En diversas entrevistas, reflexionó sobre la crisis de la danza ecuatoriana contemporánea. Denunció la falta de espacios de formación y la ausencia de políticas públicas que favorecieran a los creadores independientes. A través de su Taller Permanente de Investigación Escénica, Viera apostó por una formación artística auténtica. Buscaba crear “una danza nuestra, aunque sea medio chueca, mal vestida, pero nuestra”. Con esta frase, el maestro no solo reivindicaba el arte local, sino también la importancia de crear una propuesta auténtica, alejada de las imposiciones externas.
La obra ‘El niño del floripondio’: un homenaje a su trayectoria
En 2014, Viera celebró sus 40 años de trayectoria con la obra ‘El niño del floripondio’, un espectáculo profundamente simbólico que fusionó diversas tradiciones y estilos, como el pasillo, el butoh, la danza zen, la danza mexicana y ecuatoriana. Este trabajo, cargado de referencias familiares y andinas, fue un homenaje a su propio recorrido artístico y a su incansable búsqueda de la identidad. Esta pieza representó el clímax de su carrera, dejando claro que su arte no solo tenía un profundo sentido personal, sino también un compromiso con la cultura ecuatoriana y latinoamericana.
Un vacío irremplazable
La muerte de Kléver Viera, ocurrida el 27 de abril de 2025, deja un vacío inmenso en la danza ecuatoriana. Sin embargo, su legado permanece vivo en cada bailarín que encontró en su arte una vía para expresar lo más humano, lo doloroso, lo amoroso y lo salvaje del ser. Viera enseñó que la danza es mucho más que una disciplina; es un acto de resistencia, de búsqueda de identidad y de conexión con el alma humana. Así, su arte sigue vivo, como testimonio de su legado y su visión transformadora de la danza.
La partida de este gran maestro es una gran pérdida para el arte ecuatoriano, pero su influencia continuará moldeando las generaciones venideras, inspirando a todos aquellos que buscan expresar su verdad a través del movimiento.
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