El Zoológico de Quito, la Secretaría de Ambiente del Municipio de Quito y el Fondo Ambiental dieron a conocer que trabajarán conjuntamente en diversos proyectos para promover la conservación del oso andino, habitante de los bosques nublados de la ciudad, como el Chocó Andino. La llegada del oso “Timo” al QuitoZoo, un animal rescatado del mascotismo, es la coyuntura de la que se deriva esta intención de juntar esfuerzos orientados por la educación ambiental y la gestión pública para preservar a esta especie emblemática de la biodiversidad de Quito.
Martín Bustamante, director del QuitoZoo, manifestó que “la llegada de este oso reafirma el compromiso de trabajo institucional por la especie. Además de la educación ambiental y formación ciudadana que motivamos desde la presencia de osos en el parque, el Zoológico tiene una larga historia en la investigación para la conservación de este imponente mamífero y promoción del cumplimiento del Plan de Acción para la conservación de la especie”. Con esta nueva presencia, también se vigoriza la discusión sobre la manera en la que el Zoológico impacta en la sociedad en torno a la relación con la biodiversidad.
Por su parte, Santiago Sandoval, Secretario de Ambiente, destacó que “trabajar en la conservación de la biodiversidad del Distrito Metropolitano de Quito implica impulsar acciones coordinadas entre la sociedad civil y las instituciones. Solo así podemos generar respuestas inmediatas”.
En ese sentido, Mónica Reinoso, Directora Ejecutiva del Fondo Ambiental de Quito, explicó que desde el Fondo Ambiental de Quito se promueven planes, programas y proyectos de educación ambiental, iniciativas de apadrinamiento a los animales que están refugiados en el zoológico y procesos para combatir el tráfico de vida silvestre, haciendo énfasis en que la participación de la empresa privada, universidades, ONGs, sociedad civil y comunidad en general, también es imprescindible para fortalecer las acciones encaminadas hacia la conservación del oso andino y de la biodiversidad de la ciudad.
“Los procesos de urbanización cada vez son más acelerados, el crecimiento de la ciudad y nuestras costumbres nos hacen olvidar que en Quito tenemos nuestra propia área protegida, nuestro propio laboratorio donde se concentra una alta biodiversidad. Más del 34% de especies de biodiversidad del país se encuentra en el Chocó Andino”, acotó Reinoso.
En la rueda de prensa organizada por las instituciones mencionadas también estuvo presente Teolinda Calle, presidenta del Corredor Ecológico del Oso Andino, quien lamentó “que se hayan evidenciado conflictos entre las comunidades y los osos andinos. Después de la pandemia, gente de la ciudad ha llegado al bosque y el oso ha perdido su espacio por potreros, siembras, etc”.
Ante esa problemática, Teolinda considera crucial que se pueda promover una coexistencia de las comunidades con el oso. “En este año se han perdido 6 osos por la pugna de recursos en el mismo espacio. No es solo un asunto de fauna, es un asunto de seres humanos que conviven con el oso. Por eso hacemos un llamado a quienes tienen poder de decisión, porque necesitamos recursos, técnicos, políticas públicas adecuadas a nuestra época. Invito a la sociedad civil a unirnos, es necesario tomar una actitud concreta. El Chocó es un espacio que todos debemos cuidar”.
Desde la Secretaría de Ambiente se desarrollan acciones en educación ambiental para la conservación de más de 600 hectáreas en el Corredor Ecológico del Oso Andino, promoviendo prácticas productivas sostenibles para reunir la presión en los bosques y mejorar la calidad de vida de la población. Además de conservar el hábitat del oso y de la biodiversidad, la finalidad también es mejorar la coexistencia humano- fauna silvestre.
Finalmente, Daniela Olmedo, representante de la Red de Jóvenes del Chocó Andino, una organización autónoma formada por jóvenes de la zona de la mancomunidad y fuera de ella, explicó que el objetivo de su colectivo es sensibilizar sobre el territorio a la gente que lo habita a través de diversas iniciativas de comunicación, educación, arte, entre otros aspectos claves que despierten sensibilidad y compromiso de la comunidad y de las autoridades, instituciones y empresas por cuidar el hábitat del oso andino, cuya población en la zona se calcula en aproximadamente 120 individuos.
La llegada de Timo es resultado de una planificación rigurosa
Este oso es un individuo de aproximadamente 20 años. Estuvo bajo cuidado profesional en el Bioparque Amaru de Cuenca desde 2018, después de ser entregado a esa institución, proveniente de una colección privada. Para Martín Bustamante, director del Zoológico de Quito, la llegada de un oso andino a este centro de rescate representa “un gran desafío, pues los osos son animales con comportamientos complejos. Además su cuidado requiere el involucramiento de profesionales de varias ramas y un equipo que esté atravesando constantemente formación y actualización, y se debe considerar una serie de normas de seguridad frente a estos poderosos animales”.
El Zoológico de Quito y el Bioparque Amaru planificaron la entrega y traslado del animal desde Cuenca a Guayllabamba, a través de un procedimiento que comenzó con un chequeo médico exhaustivo del oso en la clínica de Amaru, efectuado la mañana del 18 de julio pasado, a cargo de varios especialistas. Después de esa revisión, el animal viajó en un furgón facilitado por la Prefectura de Imbabura, óptimo para transportar una especie como un oso andino, bajo un estricto monitoreo de dos zoocuidadores del QuitoZoo que supervisaban el comportamiento de Timo en el vehículo, medían la temperatura y le hidrataban. Al cabo de aproximadamente doce horas, este oso andino llegó casi a la medianoche del 18 de julio a su nuevo refugio en el Zoológico de Quito.
A partir de su ingreso, Timo ha afrontado un proceso de adaptación integral para que se sienta cómodo y seguro en un recinto de aproximadamente 500 metros cuadrados, a los que se suman sus cuartos de noche y dos zonas exteriores con infraestructura que le permite desarrollar comportamientos propios de su especie en vida silvestre, como trepar árboles y explorar. Este proceso implica una observación permanente de la conducta del
animal en los diferentes momentos de su rutina diaria, como de alimentación y descanso, así como un proceso constante de condicionamiento operante, llevado a cabo por sus zoocuidadores.
El condicionamiento operante es una técnica de aprendizaje con la que el animal asocia refuerzos positivos (recompensas de alimento, por ejemplo, mermelada de sandía) con determinada conducta. En el zoológico se emplea esta técnica para promover comportamientos médicos voluntarios, seguros para el animal y sus cuidadores.
David Mora, director de Bienestar Animal del Zoológico de Quito, explicó que “mantener esta especie bajo altos estándares de bienestar, permite seguir introduciendo niveles más técnicos de cuidado e investigación de esta especie, generando datos que aportarán a la conservación de la misma. La institución cubre los requerimientos de las especies a través de estándares internacionales de cuidado que buscan asegurar la calidad de vida desde diferentes enfoques, tomando al bienestar como un conjunto de acciones integrales, como lo son la salud física, la nutrición, el entorno y la conducta”.
Esta fase de adaptación se desarrolló durante cerca de un mes y medio, bajo una observación atenta del equipo de Bienestar Animal, para vigilar que no tenga ninguna conducta que pueda ponerlo en peligro al oso, ni a los cuchuchos que también fueron mascotas y con los que comparte el espacio donde los visitantes pueden observarlo. Esta interacción entre especies se promueve en zoológicos ya que son animales con hábitos distintos, pero que se complementan de buena manera. Las actividades de uno son observadas por el otro, debido a que sus presencias representan una permanente generación de estímulos visuales, olfativos y sensoriales.
El oso andino es una especie prioritaria
El oso andino, Tremarctos ornatus, también conocido como oso de anteojos, dentro de la Lista Roja de Mamíferos del Ecuador se lo cataloga En Peligro (EN), mientras la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) cataloga a esta especie como Vulnerable (V) a nivel de los Andes. La cacería, el crecimiento de la frontera agrícola, la explotación por extraer recursos naturales, la presencia de perros ferales y los conflictos entre gente y fauna silvestre, están entre las principales amenazas que sufre el oso andino en vida silvestre.
Su hábitat se encuentra desde los páramos, que bordean los 4.000 metros sobre el nivel del mar, hasta bosques piemontanos, en aproximadamente 1.000 metros sobre el nivel del mar, a ambos lados de la cordillera de los Andes. El bosque nublado que se despliega por la región del Chocó Andino, territorio que se mantendrá libre de explotación minera, por los resultados de la Consulta Popular del pasado 20 de agosto, es un área geográfica donde habitan osos andinos y donde se lleva a cabo una importante tarea de investigación y conservación por la especie.
Según el “Plan de Acción para la Coexistencia entre la Gente y la Fauna Silvestre en el noroccidente del DMQ, 2023-2027” la mayoría de conflictos entre pobladores de áreas
rurales y vida silvestre suceden con el oso andino, esto se da porque compiten cada vez más por el espacio y los recursos debido a la presencia de actividades humanas en el territorio donde habita el oso. El conflicto se da porque las interacciones no son positivas, debido a la pérdida de su hábitat el oso se alimenta de ganado o cultivos ocasionando agresiones directas hacia ellos. Este hecho puede llevar a la extinción local o completa de la especie. Este escenario revela la urgente necesidad de promover en las zonas del oso, acciones orientadas a la coexistencia entre la vida silvestre, las actividades humanas y la satisfacción de necesidades básicas que permanecen desatendidas en contextos de pobreza.
El lograr esa coexistencia que permita la conservación de la biodiversidad y de especies amenazadas como el oso andino requiere de un trabajo conjunto entre el sector público, las instituciones que trabajan por la conservación, la ciudadanía y las comunidades cercanas a las zonas donde se da una interacción directa con las fauna silvestre; de tal forma que sea posible implementar prácticas y políticas que minimicen los conflictos entre la gente y la fauna, al tiempo que se promueve la conservación de la biodiversidad y el bienestar de las comunidades locales.
Fuente: Prensa.EC
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