EL HELECHO Y EL BAMBÚ
Un carpintero humilde vivía feliz con su familia y su trabajo. De repente, llegó una mala racha y comenzaron los problemas económicos. Ganaba cada vez menos dinero y se deprimió. Kishiro estaba desesperado. Se adentró en el bosque en busca de ayuda. Un anciano sabio le recibió en su casa. Escuchó con atención los lamentos del carpintero mientras sorbía una taza de té caliente. Cuando Kishiro terminó de contarle sus penas, el viejo se levantó y le pidió que le siguiera. Le mostró al carpintero dos plantas que había sembrado en la parte de atrás de su casa: un helecho y un bambú. Y empezó a narrarle su historia…
Hace años sembré unas semillas de helecho y bambú. El helecho creció enseguida, presumiendo sus hojas frondosas y verdes. El bambú se negó a estirarse. Pasó un año y el helecho continuó extendiéndose mientras que el bambú permaneció igual de pequeño. Pero no dejé que eso me desanimara y seguí regándolos, año tras año.
A los cinco años el bambú empezó a elongarse con rapidez. De pronto, alcanzó veinte metros de altura. ¿Sabes por qué se demoró el bambú tanto en crecer?, le preguntó el sabio. Kishiro caviló. Al cabo de unos segundos, respondió: No, no sé. El anciano le explicó que el bambú tardó en desarrollarse porque esos cinco años estuvo fortaleciendo su raíz para después ser un árbol alto y fuerte. El maestro contempló el rostro admirado del carpintero. Al fin estaba entendiendo el mensaje.
Recuerda, le aconsejó, si no consigues todavía lo que buscas, no te angusties. Tal vez esté echando raíces. A veces queremos que las cosas sucedan sin demora, pero no entendemos que todo lleva un proceso. Estas dos plantas tienen distintas funciones y, sin embargo, ambas son necesarias en el bosque. Nunca te arrepientas de nada, le dijo, porque los días buenos te dan felicidad, y los no tan buenos, experiencia. Los intentos fallidos te fortalecen, las desgracias te hacen más humano y las caídas te mantienen humilde.
El carpintero agradeció por los consejos y en el camino a casa comprendió la lección del anciano con más claridad. Entendió que se debe cultivar el arte de la espera con paciencia, y crear cimientos de lo que se quiere ver cristalizado en la vida. Algunas veces necesitamos dar más tiempo a las cosas para que sucedan, se dijo para sí.
MORALEJA: al final, quien persevera y cree en sí mismo, tarde o temprano, consigue lo que se propone.
Fuente: La nación
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