SE DEBE JURAR POR LA NACIÓN, NO POR LA CONSTITUCIÓN
El Estado es un concepto político, referido a una organización burocrática, pública que cuenta con atribuciones y órganos que conforman el gobierno de una Nación.
Por tanto, el Estado, no somos los ecuatorianos; son las instituciones y la burocracia pública que se sostiene con la sustracción de nuestros ahorros, a través de 68 extorsiones, denominadas «impuestos».
En tal razón, el carácter del Estado depende de la estructura que le dé a su organización política, la Constitución respectiva.
Por tanto, la Constitución es un conjunto de normas jurídicas cuya vigencia depende del grupo político que haya tomado el poder.
Tanto este aserto es verdad, que Ecuador desde 1830 ha tenido 20 Constituciones; lo cual es una rústica y abusiva burla a la inteligencia emocional de los ecuatorianos, a través de su historia.
En consecuencia, jurar defender una Constitución, es hacer una promesa respecto de un papel escrito con aberraciones, incongruencias, sin valor intrínseco, porque fue 20 veces despreciado, por tanto, circunstancial.
Además, pone en evidencia un compromiso servil, rastrero, de subordinación al poder político temporal, que usualmente carece de legitimidad, porque proviene de la alteración de la voluntad popular.
En definitiva, lo único permanente, aglutinador, que contiene nuestra historia genética, cultural, cívica y nos otorga identidad, es la Nación, la comunidad social a la que pertenecemos, que nos vincula a nuestros ancestros, a sus vidas, a sus sueños, a sus luchas por la libertad, a sus bienes y a su propuesta de futuro como país.
Esos valores, esa historia, esa cultura que nos identifica, es lo único que debemos mantener y por lo que debemos luchar.
Ergo, es por lo que debemos jurar.
Jurar ante Dios y nuestra bandera, que protegeremos la vida, la libertad y la propiedad de los miembros de nuestra Nación, contra cualquier forma de opresión interna o externa, ofrendando la vida propia, si es preciso.
Es lo digno, lo honrado, la mayor significación para un patriota.
Lo otro, es el abyecto compromiso de un lacayo, con su pretenso opresor.
Aspiro que los patriotas reflexionen sobre el tema y cambien el juramento: en lugar de hacerlo por la «Constitución», lo hagan por la Nación.