La vitamina C es esencial para la salud, pero no solo se encuentra en los cítricos. En Ecuador y el mundo, cada vez más nutricionistas recomiendan incluir ciertos vegetales en la dieta diaria, ya que contienen niveles más altos de este antioxidante que la tradicional naranja. En este contexto, conocer las verduras con más vitamina C que la naranja puede marcar una gran diferencia en tu alimentación.
La importancia real de la vitamina C
Este nutriente es clave para fortalecer el sistema inmunológico, pero también participa en funciones como la producción de colágeno, la absorción del hierro vegetal y la protección contra el estrés oxidativo. Además, estudios científicos recientes han vinculado una ingesta adecuada con beneficios cardiovasculares, antiinflamatorios y mejor función cognitiva.
¿Y la naranja?
Aunque su fama como fuente de vitamina C es bien conocida, una naranja pequeña solo contiene unos 50 mg, lo que equivale al 56% del requerimiento diario para mujeres. Frente a esto, otras verduras con más vitamina C que la naranja ofrecen alternativas más completas y nutritivas.
Ranking: verduras con más vitamina C que la naranja
- Pimiento rojo crudo
Una taza contiene 118 mg de vitamina C, más del doble que una naranja. Además, aporta vitamina A, que cuida tu visión y piel. - Brócoli cocido
Cada taza aporta 102 mg, junto con fibra, vitamina K y folato. Ideal para cuidar la salud celular y el sistema cardiovascular. - Repollo crudo
Con 93 mg por cada 100 gramos, este vegetal también incluye fibra, magnesio y antioxidantes esenciales para el organismo.
Tips prácticos para tu dieta
Incorporar estas verduras es más fácil de lo que parece:
- Pimiento rojo en ensaladas, rellenos o como snack.
- Brócoli salteado con ajo y limón o asado al horno.
- Repollo en chips, encurtido o ensaladas tipo coleslaw.
Combinarlas con legumbres y cereales integrales mejora la absorción de hierro y potencia su impacto positivo en la salud.
Una nueva visión de la nutrición
La revalorización de las verduras con más vitamina C que la naranja impulsa un cambio en la forma de alimentarnos. Ya no se trata solo de evitar enfermedades, sino de construir una nutrición consciente, basada en evidencia científica y más allá de los mitos.
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