Las elecciones disiparon algunas dudas sobre la verdadera correlación de fuerzas políticas en el país, pero el riesgo de un bloqueo legislativo sigue presente.
Las elecciones del 15 de octubre pusieron fin a las disputas y especulaciones sobre qué tan fuerte es el correísmo. La respuesta fue tajante. El partido del expresidente Rafael Correa es la principal minoría. Sin embargo, no deja de ser una minoría al final de cuentas y, sobre todo, no es la sombra de lo que fue en el auge de su poder, cuando pudo diseñar y administrar el Estado ecuatoriano a su gusto. En contraste, la pregunta que queda en el aire es cómo, en esas circunstancias, se puede generar gobernabilidad y alrededor de qué temas esta podría producirse. En un país en el que ya no está claro donde yace el poder, tampoco es fácil determinar cómo podrían llegar a concretarse las acciones.
El espejismo correísta
El peso de Revolución Ciudadana en la Asamblea Nacional aumentó. Aunque en la práctica su número equivale a una suerte de capacidad de veto, carece de la mayoría necesaria para legislar sola. Pero si su fuerza no basta en el Pleno, tampoco alcanza para sustentar ya una agenda política. Para estas alturas, más aun tras la derrota de Luisa González y las rencillas internas posteriores, ya no queda claro qué es el correísmo. Todo apunta más a una fuerza que se define por elementos regionales y culturales que por ideología o clase social. No se vislumbra la correlación entre pobreza y voto por el correísmo con el que soñaba la izquierda, ni el poderío en todo el territorio nacional que exhibía hace una década. Tampoco existe ya —con Venezuela y Cuba en circunstancias muy diferentes, y con la izquierda cada vez más difusa— una clara fuerza en el continente alrededor de la cual el correísmo pueda aglutinarse.
¿Y la derecha?
Al otro lado del espectro las cosas no lucen muy diferentes. No existe una derecha ideológica —sea liberal o conservadora— claramente reconocible y predecible. La ausencia de CREO dejó un vacío, al menos a nivel de discurso, que ningún otro partido ha querido asumir. Construye ha mostrado, en sus casi dos décadas de existencia, una maleabilidad ideológica casi ilimitada, y ADN Ecuador cara, a su vez, de experiencia previa y de cuadros políticos experimentados. El Partido Social Cristiano, a su vez, sufrió una importante disminución en su fuerza, perdió bastiones en los que mantenía una tradicional presencia —como Tungurahua— y por primera vez en más de dos décadas debe enfrentar la política nacional sin la plaza fuerte de Guayaquil; cada vez más, especialmente tras las alianzas recientes y los últimos comicios, Revolución Ciudadana comienza a lucir como la heredera del poder político socialcristiano.
Ausentes e interrogantes
Los ausentes y los resultados también despejaron interrogantes. Queda claro que el éxito de Xavier Hervas y de Izquierda Democrática en 2021 fue un accidente producto de una reacción emocional ciudadana del momento antes que un renacer ideológico del partido. Los pobres resultados de Hervas demuestran, además, que no fue su figura la que había levantado al partido y que su base era, en el fondo, volátil. Lo mismo sucedió con Yaku Pérez. Sus decepcionantes logros de esta campaña demuestran que el éxito de su figura descansaba en Pachakutik-Conaie, no al revés. De esa misma forma, la astuta ausencia de Pachakutik en estas elecciones invita a los asambleístas electos, especialmente a los del anticorreísmo en la Sierra, a tener presente que cuentan con un apoyo condicionado y una base poco sólida.
Temas en común
Mucho se habla de la crisis de seguridad, pero no está claro qué iniciativa se requiere urgentemente desde el Legislativo para afrontarla. Algunos sectores de la opinión pública reclaman medidas drásticas que están prohibidas constitucionalmente o por acuerdos internacionales, y resulta iluso creer que una Asamblea atomizada puede emprender reformas de ese tipo. Igualmente, tampoco es realista esperar, en tan poco tiempo, reformas al marco legal de contratación pública que permitiesen agilitar procesos de compra. En cuanto a la Policía, su gestión y control recae plenamente en manos del Ejecutivo, y los pedidos al respecto suelen referirse más a presupuesto y recursos que a reformas legales.
Donde sí puede haber lugar a cierto entendimiento, especialmente en caso de que se produzca una nueva división en el correísmo, es en materia económica. Así como la ruptura orquestada por el expresidente Lenín Moreno abrió la puerta a una serie de reformas de calibre entre 2018 y 2021, la crisis económica actual, sumada a un debilitamiento del correísmo y a la ausencia de Pachakutik, podría permitir ciertas reformas relacionadas con el marco legal laboral y la explotación de recursos naturales que permitan dinamizar en algo la economía. No obstante, no hay indicios hasta ahora de que se piense emprender reformas constitucionales de talante, que permitan poner fin a los obstáculos al crecimiento que parten del abuso de las acciones de protección o de la propia Corte Constitucional.
La posibilidad del bloqueo
El riesgo de bloqueo también sigue presente. La mera aparición del exvicepresidente Alberto Dahik en una reunión bastó para desatar una prematura respuesta visceral e intransigente de parte de los voceros e intelectuales del correísmo. A su vez, la líder de Construye, María Paula Romo, ha afirmado que dicho bloque no se sumará a ninguna mayoría en la que esté el correísmo. La posible creación de una comisión multipartidista para investigar el asesinato de Fernando Villavicencio también despierta temores; a lo largo de la historia política ecuatoriana, las comisiones para investigar crímenes políticos —como la de Jaime Hurtado o el del general Jorge Gabela— suelen crear convulsión política, pero arrojar pobres resultados. Leonidas Iza, dirigente de la Conaie, también ha exigido ya amplias medidas y amenazado con movilizaciones en caso de que se concreten iniciativas contrarias a su agenda.
Así, no hay un camino claro a la gobernabilidad y, al menos en ese sentido, la ‘muerte cruzada’ no cumplió su propósito. Resulta oportuno, no obstante, confiar en que sería irresponsable para con el país que la Asamblea Nacional permaneciera sumida en la parálisis por el resto del periodo. Quizás, prime la sensatez. (DM)
Fuente: Diario La Hora
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