El soldado ucraniano Serhii Hryhoriev repetía constantemente esta frase en las breves llamadas telefónicas que hacía desde el frente. Sin embargo, la preocupación por los prisioneros ucranianos muertos siempre estaba presente. Su esposa y sus dos hijas la tomaron con seriedad. Su hija menor, Oksana, incluso se la tatuó en la muñeca como símbolo de esperanza.
Cuando el ejército ruso lo capturó en 2022, su familia, angustiada, siguió creyendo que sobreviviría. Confiaban en que el derecho internacional obligaría a Rusia a protegerlo como prisionero de guerra. Pero cuando Hryhoriev volvió a casa, fue dentro de una bolsa para cadáveres.
Rusia emitió un certificado de defunción que indicaba que había muerto por un derrame cerebral. Sin embargo, una autopsia realizada en Ucrania, junto con el testimonio de un compañero de prisión, ofreció una versión distinta: una muerte provocada por violencia y falta de atención médica.
Hryhoriev es uno de los más de 200 soldados ucranianos que han muerto durante su cautiverio desde la invasión a gran escala iniciada por Rusia hace tres años. Según la ONU, organizaciones de derechos humanos, el gobierno ucraniano y médicos forenses, muchos fallecimientos ocurrieron por abusos dentro de prisiones rusas.
Funcionarios ucranianos afirman que estas muertes reflejan un patrón de maltrato sistemático. Discrepancias médicas, cuerpos mutilados y signos de negligencia apuntan a intentos de encubrir torturas, hambre y falta de cuidados básicos en centros de detención en Rusia y en territorios ucranianos ocupados.
Rusia no ha respondido a solicitudes de comentarios. Ha acusado a Ucrania de tratar mal a sus propios prisioneros, acusaciones que la ONU ha confirmado en parte. Sin embargo, la organización señala que los abusos ucranianos son menos frecuentes y menos graves.
“Vivo y bien”
Hryhoriev se unió al ejército ucraniano en 2019, tras perder su empleo como oficinista. En 2022 fue enviado a Mariupol, ciudad que se convirtió en escenario de intensos combates. El 10 de abril de ese año llamó a su familia por última vez. Dos días después, un familiar de otro soldado comunicó que habían sido capturados.
Poco después, la Cruz Roja Internacional confirmó que Hryhoriev estaba vivo y registrado como prisionero de guerra. “Nos dijeron que eso significaba que todo estaría bien, que Rusia debía devolverlo”, recordó su esposa, Halyna.
En agosto de 2022, Halyna recibió una carta de Serhii: “Mi querida Halochka, estoy vivo y bien. Todo saldrá bien”.
Oksana, de 31 años, buscó más noticias en redes sociales rusas. En un video, lo encontró: demacrado, sin dientes, con la cabeza rapada y una barba irregular. Bajo coacción, decía a la cámara: “Estoy vivo y bien”.
“Pero si lo mirabas, se notaba que no era verdad”, dijo Oksana.
Oleksii Honcharov, un prisionero de guerra ucraniano liberado en febrero de 2024, compartió celda con Hryhoriev. Recordó que todos sufrían, sin excepción, en la colonia correccional de Kamensk-Shakhtinsky, al suroeste de Rusia.
Honcharov describió meses de dolor en el pecho y constantes golpizas, incluso cuando pedía atención médica. Al final, Hryhoriev apenas podía caminar. Más tarde, los médicos en Ucrania le diagnosticaron tuberculosis, una enfermedad común entre prisioneros liberados.
Evidencias forenses
En una morgue de Kiev, la patóloga Inna Padei analiza cuerpos de soldados ucranianos repatriados. Muchos llegan envueltos en bolsas plásticas, sin órganos internos o con señales de abuso.
Las autopsias revelan fracturas, golpes y signos de tortura. En algunos casos, faltan órganos o los cuerpos están tan descompuestos que es casi imposible determinar la causa de muerte. Los forenses creen que esto busca ocultar lo ocurrido durante el cautiverio.
Padei explicó que algunas lesiones no siempre causan la muerte directamente, pero muestran el uso de fuerza y maltrato. Uno de los cuerpos que examinó presentaba un golpe en el abdomen que le provocó una hemorragia interna. Esa fue la verdadera causa de muerte, y no el derrame cerebral mencionado en el certificado ruso.
Hasta ahora, Rusia ha devuelto más de 5.000 cuerpos de prisioneros. De ellos, al menos 206 murieron en cautiverio, según el gobierno ucraniano. El número podría aumentar conforme se identifiquen más cadáveres.
“Ahora tenemos un ángel”
Después de meses de empeoramiento físico, Hryhoriev fue trasladado a una celda húmeda, fría y sin luz. Lo acompañaba otro prisionero ucraniano que actuaba como paramédico improvisado. Murió allí el 20 de mayo de 2023.
Su familia no supo de su fallecimiento hasta más de seis meses después. En marzo de 2024, la policía informó que un cuerpo con su nombre había llegado a Ucrania. Una prueba de ADN confirmó que era él.

La autopsia ucraniana desmintió el diagnóstico ruso. Hryhoriev no murió por causas naturales, sino por una fuerte lesión abdominal que le dañó el bazo y le provocó una hemorragia fatal.
Su familia lo enterró en Pyriatyn, su ciudad natal, en junio de 2024. En su honor, su esposa y sus dos hijas se tatuaron la frase que él repetía siempre: “Todo estará bien”.
“Ahora tenemos un ángel en el cielo cuidándonos”, dijo Halyna. “Y creemos que, a pesar de todo, todo estará bien”.
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