Según la fundación alemana Konrad Adenauer, hasta diciembre del 2023 se estima que la migración venezolana ha tenido un impacto neto para la economía del país entre los $31’986.552. Las historias dan cuenta de su aporte.
Dinamismo económico impulsado por migrantes
El crecimiento económico en cada país tiene distintos aportes y uno de los agentes para el desarrollo sostenible son los migrantes, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). El organismo indica que la migración “puede ser una herramienta para la reducción de la pobreza para los migrantes y sus familias”.
Es por ello que para expertos como Martín Tapia, economista, la llegada de extranjeros, de todo nivel, puede incentivar el movimiento del dinero a toda escala.
Aporte en cifras
Según un estudio realizado por la fundación alemana Konrad Adenauer, hasta diciembre del 2023 se estima que la migración venezolana, por ejemplo, ha tenido un impacto neto para la economía ecuatoriana que ronda los $31’986.552. A su vez, en 2022, la misma organización también publicó un estudio en el que se refleja que, solo en ese año, la migración venezolana generó alrededor de $84’636.024 para la economía ecuatoriana, lo que representa alrededor del 0,08% del Producto Interno Bruto de Ecuador.
El documento agrega que la migración venezolana tiene un efecto positivo a la economía del país, que ronda temas como la demanda, que se ve reflejada en impuestos como el IVA y el ICE, “dado que ocasiona un mayor consumo por el aumento del flujo poblacional en el país”. Entre las estimaciones que se realizan, se aclara que el ingreso promedio de un migrante venezolano en Ecuador es de $438,5. Esto genera, solo por conceptos de impuestos como el IVA y el ICE, se pueda recaudar alrededor de $43’199.099 por parte del Gobierno.
Emprendimientos y ventas
Anggi Buenaño es uno de los ejemplos de emprendedores venezolanos en Ecuador. Ella llegó hace alrededor de siete años, en medio de la crisis que se vivía en Venezuela por el contexto político y económico. Llegó con su familia y la expectativa de, en un nuevo país, salir y sacar adelante a sus allegados.
Una vez aquí, Buenaño logró conseguir trabajos en restaurantes y otros espacios, mientras regularizaba su estadía. Mientras avanzaba el proceso, logró conseguir un empleo en su rama, como contadora, en una empresa en la que empezó a ganar más dinero, lo que le permitió también ir encontrando un lugar donde vivir tanto ella como sus dos hijos. Esto también con el apoyo de su esposo, que en ese entonces trabajaba en una mecánica.
Sin embargo, en 2020, con la pandemia y la crisis económica en Ecuador, decidió emprender su propia microempresa, ella la llama ‘Sabor criollo’. Este fue su plan ‘B’ cuando recortaron personal donde trabajaba. Anggi Buenaño estuvo en la lista de quienes salieron.
“Nosotros comenzamos haciendo natillas. Tengo familiares que me dijeron que en Chile estaban haciendo un negocio con esto, que es la natilla venezolana y, pues, nos surgió la idea con mi esposo. Mis familiares me pasaron la receta y comenzamos con eso”, señala. “Desde ahí empezamos a vender por redes sociales y grupos y la gente nos fue pidiendo poco a poco, porque esto no se encontraba en la ciudad”.
Con el tiempo, su emprendimiento fue implementando más productos. Entre estos, varios quesos venezolanos, como los cachaperos, areperos, llaneros, entre otros. Conforme estos siguieron vendiéndose y consiguieron sus propios clientes fijos, siguieron con otros productos como el casabe, catalinas y el dulce de leche.
Después de estos casi cuatro años de su emprendimiento, Buenaño cuenta que ha logrado dar trabajo a dos personas, lo que ha representado un apoyo para dos familias, quienes también han empezado a aportar a la economía en el país.
Sin embargo, explica que para ella ha sido complicado emprender y sacar adelante su negocio, tanto por las trabas burocráticas, como por su estatus migratorio. Aunque esto le ha presentado obstáculos en el camino, detalla que hoy por hoy busca expandir su negocio porque ha recibido pedidos incluso desde otras provincias.
Otro de los ejemplos lo embandera Nixon González, de 49 años, quien es de Valencia, Venezuela, tiene un restaurante en la avenida Real Audiencia, norte de Quito. Él, con voz grave y segura, cuenta que comenzó con esta empresa hace más de siete años. “Todo inició con un pequeño local”, luego de haber empezado con un pequeño puesto de arepas y arroz en la misma calle.
“Aprovechaba los fines de semana y las mañanas para vender a las personas que llegan al parque Bicentenario para hacer ejercicio o dar una vuelta. Ellos me compraban y me hice algunos clientes fijos; también de las personas que trabajaban por aquí también”, dice.
Esto, con los años, le ayudó a complementar sus ingresos como mesero en un restaurante, lugar donde aprendió gran parte de los conocimientos que hoy le han ayudado en su camino.
“Pasé ahí unos dos años trabajando. La plata que salía de ahí me ayudó a ir ahorrando para, poco a poco, pensar en qué hacer después”, detalla.
Recuerda que meses antes de salir de su trabajo pudo conversar con algunos de sus compañeros y, entre tema y tema, salió la opción de abrir un restaurante juntos, uno que le permita vender arepas y otros productos junto con almuerzos y platos a la carta para quienes puedan visitar su espacio.
“Él me dijo que tenía un dinero ahorrado y yo también tenía algo de lo que salía del trabajo”, así que dos meses después optaron por rentar un local por la Kennedy, donde empezaron con pocas mesas y asientos y una cocina básica. Con el tiempo lograron captar clientes y el negocio fue creciendo. Cuenta que lo más complicado es regularizar el negocio, sacar permisos y tener todo bajo la norma. Sin embargo, una vez se logró
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