Ningún presidente ecuatoriano en los últimos tiempos ha tenido que enfrentar tantas amenazas, tan graves y todas al mismo tiempo, como tendrá que hacerlo quien sea que resulte electo el próximo domingo.
Resulta difícil imaginar una elección presidencial más importante que la de este 15 de octubre de 2023. La situación del país y del mundo obligará al futuro primer mandatario a tomar —en su breve mandato— una serie de decisiones sumamente difíciles y con inmensas implicaciones para el futuro del país. Un breve repaso de ellas ayuda a aclarar el panorama e, incluso, a meditar mejor el voto.
a) Estado paralizado y colapso del pacto constitucional: la estructura del Estado heredada de Montecristi se he derrumbado y sus escombros impiden el avance del país. El abuso de las acciones de protección, el caos del Consejo de Participación y los nombramientos atascados de funcionarios clave, el impase en el Consejo de la Judicatura, la eterna pugna con la Corte Constitucional, la cuestionada conformación del Consejo Nacional Electoral, etc. ¿Cómo lidiará el presidente con eso? ¿Impulsará un cambio constitucional? ¿Cómo generará un mínimo de gobernabilidad? Resulta ingenuo creer que la actual parálisis pueda prolongarse 18 meses más.
b) Crisis de seguridad: la población ecuatoriana se ha visto obligada a presenciar un grado de violencia y una cantidad de muertes que hace no mucho hubiesen resultado impensables. A ello se suma el creciente problema del microtráfico, de la deserción escolar y de la pérdida de control estatal de ciertas zonas. Diversos factores han coincidido para generar este escenario dantesco: fuerzas extranjeras que anhelan los recursos del país, descomposición social y una crisis de las fuerzas de seguridad. En medio de todo esto, la Policía Nacional se encuentra dividida y cuestionada, el sistema carcelario fuera de control, y los recientes crímenes políticos y secuestros evidencian que nadie está a salvo ya. ¿Qué hará el futuro mandatario para detener este sangriento espiral descendente?
c) Las cuentas por pagar: al próximo presidente le tocará hacerse cargo de todas las cuentas que sus predecesores postergaron. Además del crónico déficit fiscal que heredará, y que tendrá que ver cómo resuelve, deberá vérselas con la deuda externa. Desde hace casi tres décadas que un mandatario no tenía que enfrentar ese nivel de fragilidad e indefensión financiera.
d) La nueva demografía: ante la virtual ausencia de crecimiento económico del país desde hace una década, los ecuatorianos en edad productiva están haciendo algo lógico: marchándose. Esta crisis migratoria coincide con el frenazo demográfico del país. La realidad que comienza a concretarse es la de un país con cada vez menos niños, con menos adultos trabajando (porque tantos migran) y cada vez más ancianos que mantener. Ello pone más presión al IESS y a los servicios estatales de asistencia que, ya de por sí, están desfinanciados y en permanente crisis. ¿Por dónde empezará el nuevo presidente a hacer los ajustes? ¿Privilegiará crecimiento económico o, al revés, atacará el gasto social?
e) Crisis energética: sin energía, no hay crecimiento ni desarrollo posible. La oferta energética del país no solo que no está creciendo al ritmo de la población, sino que está en declive. La producción petrolera cae —y caerá más con el obligatorio fin del ITT—, la producción de gas no avanza y la infraestructura eléctrica languidece. ¿Hará algo el nuevo presidente al respecto?
f) El azote de la naturaleza: aunque no hay pronósticos certeros aún, es probable que El Niño golpee al país. Resulta difícil, por el desarrollo mismo que ha tenido el país desde entonces, imaginar una catástrofe comparable a la de fines del siglo pasado, pero el costo es inevitable. A ello debe sumársele el recuerdo de lo que está pasando con la erosión regresiva del río Coca, del terremoto de 2016, del deslave de Alausí o de las alertas recientes del Cotopaxi. Ecuador es un país de catástrofes y la única certeza al respecto es que conforme pasa el tiempo más cerca estamos de la próxima. ¿Entenderá el futuro presidente el grado de precariedad del país al momento en temas de prevención y socorro?
g) Un mundo en reacomodo: la comunidad internacional está viviendo un sacudón comparable al de la caída de la URSS o al ocasionado por el 11 de septiembre de 2001. Los combates en Ucrania, las disputas económicas entre China y Estados Unidos, la consolidación del BRICS, los muñequeos políticos y migraciones en Sudamérica, los ajustes en Medio Oriente; ante un mundo tan cambiante, Ecuador requiere un liderazgo que sea capaz de definir con absoluta claridad el interés nacional y de conducir una diplomacia nítida acorde a ello.
Probablemente al mandatario también le esperen nuevas oportunidades y regalos de la fortuna que todavía no se alcanzan a vislumbrar, pero no sería sensato en este momento apostarle a ello. Por ahora, basta con tener la mente puesta en los desafíos, que son suficientemente numerosos y serios como para espeluznar a cualquiera.
Fuente: Diario La Hora
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