La región de América Latina y el Caribe (ALC) vive un momento de cambio geopolítico. Este cambio está marcado por el debilitamiento de la influencia de Estados Unidos, una situación que se ha visto acelerada por las políticas del expresidente Donald Trump. Su enfoque coercitivo y unilateral ha generado un distanciamiento entre Washington y los países latinoamericanos. Estos países ahora buscan nuevas alianzas estratégicas con actores globales emergentes. Este fenómeno redefine la dinámica de poder y abre un nuevo capítulo en las relaciones internacionales de América del Sur.

El Declive de la Influencia Estadounidense en América Latina
Durante mucho tiempo, la visión predominante fue que América Latina y el Caribe eran una “esfera natural de influencia” de Estados Unidos. Se consideraba una zona bajo control político, económico, cultural y militar exclusivo de Washington. Sin embargo, las acciones del segundo mandato de Trump han puesto en jaque esta idea.
La administración Trump aplicó una diplomacia coercitiva caracterizada por la criminalización de migrantes, amenazas territoriales, y el uso del comercio como arma. Además, hasta deshumanizó a las personas deportadas. Estas prácticas erosionaron la confianza y provocaron un distanciamiento que ha hecho que América Latina cuestione la hegemonía estadounidense.
La Diplomacia Coercitiva y sus Consecuencias Regionales
El enfoque de Trump estuvo marcado por el unilateralismo extremo, donde se priorizaron intereses nacionales a costa del multilateralismo y la cooperación regional. Washington redujo su participación en organismos multilaterales y canceló proyectos de desarrollo, generando incertidumbre y una percepción de Estados Unidos como interlocutor poco confiable.
Estas tensiones se intensificaron con declaraciones y amenazas poco diplomáticas hacia países como Panamá y México. Esto provocó rechazo incluso entre gobiernos que tradicionalmente mantenían relaciones cercanas con Estados Unidos. Solo algunos líderes de derecha radical en la región, como Nayib Bukele, Javier Milei y Daniel Noboa, mostraron afinidad con la agenda trumpista. Sin embargo, representan una minoría.
El Fin del Multilateralismo Regional Tradicional
La política estadounidense durante esta etapa contribuyó a la desintegración gradual de mecanismos multilaterales en la región. Esto afectó instituciones como la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Este efecto ha dejado un vacío en la cooperación regional, que otros actores globales están dispuestos a llenar.
El Comando Sur, con sede en Miami, sigue siendo un vínculo militar relevante. Sin embargo, su enfoque en la securitización y militarización de políticas públicas genera resistencia en países que buscan modelos más inclusivos y menos interventores.
Nuevas Alianzas y Diversificación de Socios Globales
La política de Trump, en lugar de fortalecer la influencia estadounidense, ha incentivado a los países latinoamericanos a diversificar sus relaciones internacionales. La región está explorando acuerdos y alianzas estratégicas con China, la Unión Europea, India, países del Sudeste Asiático y economías del Golfo Pérsico.
América Latina impulsa negociaciones comerciales con bloques como la ASEAN y el Indopacífico. Además, busca alternativas para reducir su dependencia del dólar en transacciones internacionales. Promueve la cooperación Sur-Sur y fortalece vínculos con los BRICS.
Diplomacia Ciudadana y Cooperación en Temas Globales
Más allá de los gobiernos, la diplomacia ciudadana está cobrando protagonismo. Involucra actores no estatales en áreas clave como derechos humanos, medio ambiente, transición energética, igualdad de género, y ciencia y tecnología. Esta renovación normativa y práctica refleja un interés por construir relaciones internacionales basadas en valores compartidos y cooperación pragmática.
El fortalecimiento de estas redes es fundamental. Así, América Latina puede posicionarse como un actor global autónomo, resiliente frente a la presión de las grandes potencias.
Un Nuevo Horizonte para América del Sur
La erosión de la influencia estadounidense en América Latina, acelerada por la política de Trump, no significa un vacío sin rumbo. Por el contrario, representa una oportunidad para que la región redefina su papel en la escena internacional. Puede diversificar sus alianzas y promover un desarrollo más inclusivo y sostenible.
Los países de América del Sur demuestran que no están dispuestos a aceptar pasivamente una división del mundo en esferas de influencia. En cambio, buscan construir un espacio de autonomía, cooperación y prosperidad compartida.
Fuente: La Razón
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