Un manto verde se extiende desde las alturas como un tapiz vivo, denso y vibrante. Este paisaje frondoso alberga aves en vuelo, monos que saltan entre ramas, mamíferos trepadores e insectos que surcan el cielo. Sin embargo, muchos de ellos ya han desaparecido. La Amazonía, reconocida como el pulmón del planeta, enfrenta una creciente amenaza: la expansión de la minería. Esta actividad ha generado alarma entre científicos, ambientalistas y comunidades indígenas.
La amenaza que avanza
En los últimos años, diferentes peligros han puesto en riesgo la Amazonía ecuatoriana. Entre ellos, la minería destaca por su crecimiento acelerado y su impacto devastador. Lo que alguna vez fue un refugio de biodiversidad se ha transformado en un terreno de disputa entre la conservación y los intereses económicos.
Un crecimiento fuera de control
¿Cuánto ha crecido la minería? Desde el año 2000, las zonas mineras en la Pan Amazonía aumentaron en más de 388 mil hectáreas, alcanzando 571.174 ha en 2021. Este crecimiento se intensificó a partir de 2015, año en el que las áreas mineras se multiplicaron por cuatro. Esta expansión no solo es preocupante, sino que también revela la urgencia de una respuesta contundente.
Zonas más afectadas
La minería no se ha distribuido de forma uniforme. Según datos de MapBiomas, tres provincias concentran la mayor actividad: Napo, Zamora Chinchipe y Sucumbíos. Estas regiones presentan los mayores niveles de impacto ambiental, lo que complica aún más los esfuerzos de conservación.
Legal o ilegal, el daño es real
El auge minero no distingue entre operaciones legales e ilegales. Aunque la minería formal puede generar ingresos para el Estado, muchas veces se realiza sin una evaluación ambiental adecuada. Por otro lado, la minería ilegal continúa expandiéndose de manera agresiva. Ambos tipos de explotación provocan contaminación con mercurio y cianuro, además de una deforestación descontrolada.
Biodiversidad en peligro
La minería ha puesto en jaque a la biodiversidad amazónica. Especies únicas pierden su hábitat día tras día, lo que amenaza su supervivencia. Además, la pérdida de biodiversidad afecta la estabilidad climática del planeta y compromete los servicios ecosistémicos de los que dependemos todos.

El mañana es incierto
El futuro de la Amazonía y de quienes viven en ella —humanos y no humanos— es cada vez más incierto. Si no se toman decisiones firmes, los impactos ambientales y sociales seguirán agravándose. Por lo tanto, urge adoptar medidas concretas y efectivas.
¿Quién protege el mañana?
La responsabilidad recae en los líderes actuales y en los que vendrán. Proteger la Amazonía ya no es solo una opción: es una obligación moral y ambiental. El equilibrio entre el desarrollo económico y la conservación no solo es posible, sino necesario. Las decisiones que tomemos hoy definirán el mundo que heredarán las próximas generaciones.
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