Con el río -único medio de transporte- casi seco, los habitantes de Santa Clara tienen que caminar dos horas cada cuatro días para conseguir agua potable porque la falta de lluvias deja una inusual estampa en el Amazonas colombiano: áridas grietas y extensas playas que causan zozobra entre los ribereños.
El desplazamiento de las familias hasta Puerto Nariño, la cabecera municipal más cercana, es toda una odisea: les toca halar de la canoa porque no hay suficiente agua en el río Loretoyacu, un tributario del Amazonas, y caminar unos 700 metros hasta llegar a la bomba de tratamiento de agua.
Los recipientes de 20 litros por casa que llenan les duran unos tres o cuatro días, y les toca volver a hacer el viaje.
Un trayecto que antes hacían en 45 minutos, con las aguas tan bajas se hace en casi dos horas. Y no solo para recoger el agua, si alguien de la comunidad tiene una emergencia médica, no puede navegar hasta el hospital más cercano.
«El calentamiento ha llegado a afectar al ecosistema, también en cuanto a la mortandad de diferentes especies de peces«, cuenta Gentil Gómez, el curaca -máxima autoridad de la comunidad-, y confirma que «el clima no ha sido como antes, hace diez años no calentaba así».
Muerte de especies
Los ríos son las carreteras amazónicas y los mercados donde las poblaciones ribereñas consiguen gran parte de su alimentación; son parte esencial de sus vidas y de su día a día.
Jerónimo, de 61 años, que lleva toda su vida dedicándose a la pesca, recuerda que cuando tenía unos 15 años hubo un verano tan pronunciado como este en el lago Tarapoto que causó mucha mortandad de peces a la que siguió escasez del alimento principal de estas comunidades.
En Santa Clara, por ejemplo, necesitan cuatro kilos de pescado al día para alimentar a una familia. El menú es pescado para el desayuno, el almuerzo y la cena; pero con este verano tan largo temen que no puedan pescar lo necesario.
Estos cambios en el clima también provocan incertidumbre en las comunidades, pues «se ponen en duda las épocas de siembra«, cuenta Lilia Java, coordinadora local de la Fundación Omacha, organización que trabaja desde 1993 por la conservación de los delfines, los manatíes y otras especies de fauna. EFE
Las consecuencias de la sequía
El lago Correo, entre los ríos Amazonas y Loretoyacu, se ha convertido en cuatro lagunas más pequeñas y separadas entre sí, cortando la conectividad para las especies acuáticas, después de tantas semanas sin llover.
La sequía, que podría empeorar con la llegada del fenómeno de El Niño, también afecta a toda la fauna acuática, como los delfines, embajadores de conservación y termómetros del buen estado de un ecosistema. Más de 150 murieron a principios de mes en la parte brasileña del Amazonas, encendiendo todas las alarmas.
«Hace unos 15 o 20 años sobre el río Amazonas no se veían esas playas tan extensas que se están viendo ahora», señala Silvia Vejarano, bióloga y especialista en conservación de WWF Colombia. EFE
Fuente: La hora
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