Con los pies en el lodo y los ojos llenos de asombro, 67 estudiantes de séptimo año vivieron una experiencia transformadora como parte del proyecto MangRes, una iniciativa del programa global de Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS), liderado por la UNESCO.
Los talleres se desarrollaron los días 26, 28 y 29 de mayo en las Unidades Educativas Eugenio Espejo (Santa Rosa de Flandes) y José María Urbina (6 de Julio), en el cantón Naranjal.
Educación viva en el corazón del manglar
Mediante dinámicas lúdicas, charlas participativas y una salida de campo interpretativa, guiada por miembros de la Asociación de Cangrejeros 6 de Julio, los niños y niñas aprendieron sobre la biodiversidad del manglar, su valor como sumidero natural de carbono y su importancia para la vida de las comunidades costeras.
La conexión emocional y científica con este ecosistema fue uno de los ejes del proceso educativo, orientado a formar conciencia ambiental desde edades tempranas.
El legado de los guardianes del manglar
Uno de los momentos más conmovedores fue el testimonio de Luis López, presidente de la Asociación de Cangrejeros y guardián ancestral del manglar. Compartió su historia de vida ligada a este territorio y motivó a los estudiantes a ser defensores activos.
“Conocer el manglar es amarlo, respetarlo y protegerlo”, dijo con emoción, al recordar los saberes heredados de sus abuelos.
La UNESCO impulsa la sostenibilidad desde las aulas
Verónica Minaya, Oficial del Sector de Ciencias Naturales de la UNESCO en Ecuador, acompañó la jornada y reafirmó el compromiso institucional con la educación ambiental. “Cada niño y niña tiene hoy la oportunidad de asumir un compromiso personal con su entorno. Educar para la sostenibilidad es educar para la vida”, expresó.

Vínculo entre escuela, comunidad y naturaleza
El taller no solo despertó el interés científico de los estudiantes, sino que fortaleció el lazo entre la escuela, la comunidad y la naturaleza. Para la UNESCO, este tipo de actividades demuestran que cuando la educación se ancla en el territorio, se nutre de la ciencia y reconoce el conocimiento local, se cultiva una ciudadanía comprometida con el futuro del planeta.
Y es justamente allí —entre raíces, propágulos y voces del manglar— donde florecen los verdaderos guardianes del mañana.
Fuente: UNESCO
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