Del amanecer al anochecer: el sacrificio que pocos ven
El trabajador rural no conoce feriados. Mientras en las ciudades se celebra el Día del Trabajo, en el campo, por otro lado, la rutina continúa inalterable. De hecho, en miles de fincas ganaderas de Colombia, el ordeño comienza antes del amanecer y se extiende, además, hasta después del anochecer. Sin importar el clima, las tareas no se detienen.
La lechería, los partos, las vacunaciones y el manejo de potreros requieren atención permanente. Por tanto, el trabajador rural sigue en constante labor, incluso cuando el resto del país descansa. Su esfuerzo es indispensable para la seguridad alimentaria nacional.

Invisibles, pero indispensables
Francisco Serna, ganadero del suroeste antioqueño, considera que el Día del Trabajo ha sido “politizado” y no representa al trabajador rural. En sus palabras, quienes proveen el alimento diario “pasan desapercibidos”, a pesar de su dedicación constante.
Para Serna, se necesita más que homenajes simbólicos. El trabajador rural requiere políticas de respaldo, seguridad efectiva y condiciones dignas que permitan su permanencia en el campo. Sin ese apoyo, muchos se ven obligados a migrar o a resistir en medio de la precariedad.
Sin pausas ni privilegios
Jairo de Jesús Hernández, presidente de la Federación de Ganaderos de Sincé, resaltó que el trabajador rural no tiene horario ni beneficios. A diferencia de otros sectores, este grupo trabaja sin sindicatos ni protestas visibles. Todos los días garantiza alimentos para más de 50 millones de colombianos.
Además, Hernández alertó sobre la situación crítica que enfrenta el sector. Las políticas actuales, la amenaza de expropiaciones y la importación de productos subsidiados han debilitado la inversión. El trabajador rural sufre las consecuencias de decisiones ajenas a su realidad.
Testimonios desde el olvido
Durante la pandemia, el único sector que no se detuvo fue el agropecuario. Esa continuidad no fue obra de decretos, sino del esfuerzo del trabajador rural. Lejos de los escritorios, fue en los potreros donde se garantizó el suministro de carne y leche.
Aun así, su labor pasó casi inadvertida. La inseguridad, el abandono estatal y la presión económica continúan afectando a este sector fundamental. Para Serna, sin garantías reales, el futuro del campo colombiano permanece en riesgo.
Más allá del discurso político
Este primero de mayo, el llamado no es ideológico, sino estructural. El trabajador rural exige reconocimiento tangible: precios justos, subsidios eficaces, infraestructura adecuada y respaldo sostenido. Según Hernández, el Estado no debe utilizar el esfuerzo del campo para subsidiar a otros sectores sin compensarlo.
“No pedimos favores. Pedimos justicia”, afirmó. De hecho, detrás de cada litro de leche y cada kilo de carne se encuentra el esfuerzo incansable del trabajador rural, cuya labor, además, sostiene a Colombia, aunque casi nadie lo vea.
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