Santiago Pérez S./Guayaquil
EL MAL
El Mal; y lo pongo con mayúscula, pues me refiero a, quién, o quienes, son el Mal; como se presenta, de donde viene y donde se encuentra.
Y es de eso, precisamente, que tratará el Camino de Santiago en este escrito.
Filosóficamente, el mal es lo opuesto al bien.
Cada representación del mal será opuesta a las representaciones del bien.
Me explico; a la honestidad, sería la deshonestidad; a la verdad, sería la mentira; a la compasión, sería la crueldad, al orden, sería el desorden y, a la educación, sería la ignorancia.
Así, en adelante.
Jamás pretendería decir que, Ecuador, ha sido un crisol de valores, de rectitud y democracia; no es así.
Pero si se puede afirmar que, sobre todo desde el año 2007, en que Ecuador eligió gobierno a un populismo de izquierda, basado en el tristemente famoso y pérfido Foro de Sao Paulo, Ecuador perdió el pudor.
Perdió absolutamente la vergüenza, el temor al juicio social, perdimos la obligación de ser ejemplos de bien para nuestra descendencia.
¿Cómo se presenta el mal?
Como ha sido en nuestro caso, el mal llegó a posesionarse del Ecuador, mostrándose como afable, solidario, disciplinado, valeroso, ejemplar y generoso. Se presentó como la única esperanza viable, para los olvidados, los desempleados, los mendigos e indigentes…y nosotros le creímos.
A pies juntillas. Sin dudar, sin reflexionar, sin investigar ni examinar a fondo, quien, y quienes eran estos salvadores de la patria, estos nuevos mecías, estos ángeles de corazón ardiente y manos limpias que, a la postre, llevaron nuestro país al desastre.
¿De dónde viene?
El mal viene inadvertidamente, dicen.
No es cierto.
El mal se anuncia, grita, canta, baila y destruye a su paso, pero Ecuador no lo quiso ver.
No estudió la experiencia chilena, la caída sin fondo argentina, el infierno de miseria, pobreza y tiranía en Venezuela, el ahogo democrático en Nicaragua y, como siempre, el “paraíso” social cubano.
¡No!,
Nada pudo frenar nuestra ceguera, nuestra sordera ante tantas advertencias, tanto nacionales, como internacionales.
Nada.
Entregamos en bandeja de plata nuestra nación aún de paz, aún de cierta armonía, al peor de los destinos, al peor de los gobernantes, a las peores intenciones.
Nosotros y, nadie más, somos responsables del actual y desastroso estado del país.
Así lo quisimos, con más del 60% de votos, en primera y única vuelta electoral, no una vez, sino tres veces consecutivas, de aberrante ceguera, sordera e incapacidad.
¿Dónde se encuentra el mal?
Pues, en cada uno de nosotros.
Ecuador se deleitó, cuando llegó un gobierno tan, pero tan corrupto, que nos llevó a malversar, a robar impunemente, a perseguir y asesinar, a maltratar a los débiles y a acallar a nuestros oponentes, a estrangular las reservas monetarias internacionales, a chantajear y exprimir las empresas multinacionales que, con recursos propios, de miles de millones de dólares, confiaron y vinieron a invertir en el Ecuador.
Y los ecuatorianos, estuvimos encantados.
Así es.
Estuvimos encantados de legalizar la maldad completita; sin excepciones de ninguna clase.
Nos entregamos, sin mirar ni escuchar, al diabólico sermón de falsedades, anormalidades; (como son la pedofilia y el femicidio), para después del desastre, echarle la culpa al muerto.
A cualquiera, menos a nosotros mismos.
Aún hoy, más de un 30%, (habría que ver si, en realidad, es esa la cifra), añora el retorno de esos días, cuando, según los borregos adeptos a Satán, “estábamos mejor”.
Si, claro.
¿Estábamos mejor?
¿Quiénes?
Mejor estaban, y estarán siempre, los incondicionales a un gobierno de facto; de miseria y de tiranía; tipo Venezuela, Nicaragua, Cuba y otros paraísos, adalides del socialismo del siglo XXI, que se mantienen en el poder, cerrando iglesias, secuestrando y asesinando oponentes, expulsando de sus países a la Cruz Roja Internacional y,
escupiendo encima de cualquier lectura de derechos humanos y democráticos.
Pero ¿y el resto?
Los demás seremos pasto para sus nefastos y perversos intereses.
Seremos quienes trabajen, mientras ellos disfrutan; quienes mueran, mientras ellos vivan de manera exagerada y rimbombante; quienes tengan acceso a todo, mientras nosotros no tendremos acceso a nada.
A nada.
Ecuador elige nuevamente.
Y el mal, es nuevamente candidato.
Pero también hay la opción de derrotarlo. De expulsarlo, ya para siempre, de nuestras papeletas electorales.
¿Por quién votaremos los ecuatorianos?
Fuente: La nación
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