La crisis de Revolución Ciudadana en Ecuador ha entrado en una fase delicada, con fracturas internas, deserciones y escándalos que erosionan su estructura. En la última semana, el movimiento que lidera Rafael Correa desde el extranjero ha sufrido golpes graves que cuestionan su viabilidad como fuerza opositora sólida.
Las expulsiones de militantes, los choques entre sus figuras más visibles y el liderazgo cada vez más cuestionado de Luisa González reflejan un escenario turbulento. El manejo centralizado desde Bélgica parece debilitar el movimiento en lugar de fortalecerlo, generando fricciones entre quienes buscan independencia política y quienes siguen aferrados a la imagen del expresidente.
Escándalos que sacuden al correísmo
Entre los hechos más graves que avivan la crisis de Revolución Ciudadana en Ecuador está la expulsión de Santiago Díaz Asque, acusado de un delito sexual, y la salida de Jhajaira Urresta tras un conflicto con Luisa González. A esto se suma la postura autónoma de Marcela Aguiñaga, que prioriza su gestión provincial, y la creciente presión sobre Pabel Muñoz en Quito.
Estas situaciones revelan una falta de cohesión interna y una pérdida de rumbo político. Mientras el Gobierno de Daniel Noboa toma ventaja, la bancada correísta se descompone sin un plan claro para contener la fuga de militantes o renovar su liderazgo.
Luisa González, ¿el ancla o la salvación?
Luisa González insiste en mantener la lealtad a Correa como único camino. Ha declarado que quienes no se sientan correístas no tienen cabida en el movimiento. Sin embargo, esta postura agrava la crisis de Revolución Ciudadana en Ecuador, cerrando la puerta a nuevos liderazgos y marginando a los más críticos.
El correísmo enfrenta ahora una encrucijada similar a la de otros movimientos populistas del país, cuyos líderes no supieron delegar. La historia podría repetirse si no se toman decisiones urgentes para frenar el deterioro.
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