Una fuerza política en crisis interna
La mayor fuerza política de la historia reciente de Ecuador tambalea. La Revolución Ciudadana (RC), otrora monolítica, enfrenta una encrucijada existencial. El dilema central gira en torno a si debe conservar la impronta personalista de su fundador o dar paso a liderazgos emergentes. En ese contexto, Rafael Correa, punto de discordia en la Revolución Ciudadana, aparece cada vez más como un obstáculo para la cohesión interna.

Rupturas que se acumulan
Los episodios de tensión han sido numerosos. La narrativa del exmandatario, que culpa a traidores y oportunistas, ya no encuentra eco unánime. El distanciamiento de figuras clave no responde únicamente a divergencias políticas. Es una señal del hartazgo frente al centralismo de decisiones que emanan, directa o indirectamente, del expresidente. Rafael Correa, punto de discordia en la Revolución Ciudadana, reaparece en cada fractura visible del movimiento.
Por ejemplo, figuras como Marcela Aguiñaga o Sergio Peña han cuestionado abiertamente el manejo autoritario de la organización. A ellos se suman líderes como Aquiles Álvarez o Paola Pabón, que han priorizado la gobernabilidad local por sobre la obediencia incondicional. Sus posturas críticas reflejan cómo Rafael Correa, punto de discordia en la Revolución Ciudadana, ha alterado la dinámica del partido.
La tesis del fraude y el quiebre con las bases
Luego de la segunda derrota de Luisa González ante Daniel Noboa, la afirmación de un presunto fraude electoral marcó un antes y un después. La hipótesis, defendida exclusivamente por González y Correa, fue desestimada por otros actores de la RC. Esa insistencia minó aún más la confianza de los cuadros locales. Rafael Correa, punto de discordia en la Revolución Ciudadana, no logró arrastrar a todos en su narrativa.
Incluso aliados históricos, como la prefecta Aguiñaga, expresaron que por no coincidir con él, pasaron a ser marginados. La disciplina partidaria se ha convertido en una herramienta selectiva. Mientras algunos son castigados por mínimas diferencias, otros, cercanos a Correa, son exonerados por actos similares.
Un liderazgo agotado y sin renovación
La situación se ha agravado con el paso del tiempo. Desde 2017, el efecto cascada de salidas y disputas ha debilitado la cohesión del correísmo. Las decisiones verticales, la escasa democracia interna y el protagonismo excesivo del expresidente en redes sociales han hecho de Rafael Correa, punto de discordia en la Revolución Ciudadana, un símbolo de estancamiento político.
En cada proceso electoral, la estructura se cierra aún más. Las listas son definidas desde el exterior, lo cual genera resentimiento en militantes que sostienen al movimiento desde las bases. La última palabra sigue siendo de Correa, y eso frena cualquier posibilidad de recambio generacional.
Conclusión: entre la memoria y la necesidad de cambio
Pese a conservar un núcleo de apoyo sólido, la figura de Correa es hoy más divisiva que integradora. Rafael Correa, punto de discordia en la Revolución Ciudadana, encarna el dilema entre la nostalgia de la “década ganada” y la urgencia de modernizar la propuesta política. Mientras tanto, los liderazgos emergentes buscan espacio entre la fidelidad partidaria y la exigencia de renovación democrática.
Fuente: PRIMICIAS
También te puede interesar: Corrupción en salud pública impacta abastecimiento de medicamentos