Cuando pensamos en lo opuesto a la paz, solemos pensar en las guerras entre naciones. Pero hay muchas más formas de violencia. Hay también una forma de violencia oral. Me he sorprendido muchas veces encontrándome con personas, absolutamente pacíficas en sus formas –diríamos que incapaces de matar a una mosca– que al hablar de los políticos (obviamente de los que son opuestos a sus ideas) destilan una violencia realmente increíble en sus palabras. Otros echan una violencia tremenda al volante, cuando conducen. Otros la generan en el campo de deportes (¡pobres árbitros!). Hay violencia entre las personas, en las relaciones humanas.
Es importante reconocer que la violencia interpersonal puede ocurrir en diferentes contextos, como en el hogar, en las relaciones de pareja, en la escuela, en el lugar de trabajo y en la comunidad en general.
Cualquiera puede ser víctima o perpetrador de violencia, y la dinámica puede ser compleja y multifacética.
La paz no es sólo ausencia de violencia física. La paz es capacidad de diálogo, de escucha del otro y de sus necesidades. La paz es tolerancia frente al que no piensa como nosotros.
La paz es respeto a los derechos humanos.
La paz es justicia y atención especial para los más necesitados, para los pobres, para los marginados.
Vamos a trabajar todos juntos por la paz. Este día y todos los días.
Porque debemos también decirlo, el Reino de Dios es reino de paz.
Entonces, cada individuo tiene un papel fundamental en la construcción de un mundo más pacífico y armonioso. A través de nuestras acciones diarias y nuestra forma de interactuar con los demás, podemos contribuir a fomentar la paz y la armonía en nuestra comunidad y en el mundo en general.
Cada pequeño esfuerzo cuenta y, juntos, podemos hacer una gran diferencia en la creación de un entorno más positivo y respetuoso para todos.
Todos tenemos un papel importante en la construcción de un mundo más pacífico y armonioso.
Fuente: La nación
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