La historia de Michael, un guayaquileño de 34 años, refleja una dura realidad que afecta a muchas personas en Guayaquil. Durante años experimentó malestares recurrentes, como dolores de cabeza, musculares y gripes prolongadas, pero nunca imaginó que se trataba del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). Al someterse finalmente a una prueba, el resultado fue positivo. Sin embargo, lo más impactante vino después: su médico le informó que probablemente vivía con el virus desde 2017 y que su primer examen había arrojado un “falso negativo”.

Este tipo de casos pone en evidencia las fallas en el diagnóstico temprano y el seguimiento oportuno del VIH, un problema que va en aumento en Guayaquil y otras zonas del país.
El incremento silencioso de casos
De acuerdo con autoridades médicas y organizaciones que trabajan con personas con VIH, los casos están en ascenso, particularmente en sectores donde la prevención y el control son casi inexistentes. En Guayaquil, zonas con alta población flotante, consumo de sustancias en la vía pública y falta de acceso a servicios médicos adecuados representan focos vulnerables.
Los médicos advierten que muchas personas no se hacen pruebas de forma regular por miedo, estigmatización o desconocimiento, lo que contribuye al subregistro y a diagnósticos tardíos. Incluso quienes se someten a pruebas pueden recibir resultados falsamente negativos si se encuentran en el “período ventana”, es decir, el lapso de tiempo posterior a la infección durante el cual el virus aún no es detectable.
Falta de control y prevención en las calles
Profesionales de la salud que trabajan en Guayaquil señalan la ausencia de un control efectivo en sectores con alto consumo de drogas y prostitución callejera. En estos entornos, la prevención brilla por su ausencia, y el acceso a preservativos o campañas informativas es limitado o nulo. La falta de una política pública sostenida en educación sexual y salud comunitaria también agrava el problema.
“Hay que ir más allá del diagnóstico clínico. Se necesita un trabajo constante en las calles, en las comunidades más vulnerables”, expresó un médico que trabaja con poblaciones en riesgo. La prevención no puede depender exclusivamente de las personas afectadas, sino que requiere una estrategia coordinada entre el sistema de salud, las autoridades locales y las organizaciones sociales.
El peso del estigma y la necesidad de apoyo psicológico
Uno de los principales obstáculos que enfrentan quienes viven con VIH es el estigma. Michael, tras recibir su diagnóstico, cayó en una profunda depresión. Perdió su trabajo, se alejó de sus amigos y tuvo que iniciar un tratamiento antirretroviral con acompañamiento psicológico. Casos como el suyo no son aislados: muchas personas no revelan su diagnóstico por miedo al rechazo, lo que complica aún más la detección y tratamiento del virus.
El acompañamiento emocional es vital para lograr una vida plena con el VIH. Las campañas deben incluir también una labor de sensibilización hacia el entorno familiar, laboral y social de las personas diagnosticadas, eliminando los prejuicios que aún persisten.
La importancia de las pruebas regulares y el acceso universal a tratamiento
Las organizaciones de salud pública insisten en la necesidad de realizar pruebas periódicas, especialmente en grupos de riesgo. El tratamiento antirretroviral está disponible en Ecuador, pero no siempre se accede a tiempo debido a la falta de diagnóstico temprano o trabas burocráticas. Expertos recalcan que con tratamiento oportuno, una persona con VIH puede llevar una vida saludable y evitar la transmisión del virus.
Se requieren campañas más amplias, permanentes y dirigidas a la población general, no solo a grupos específicos. Informar, educar y facilitar el acceso a servicios médicos debe ser una prioridad del Estado.
Una deuda con la salud pública
El incremento de casos de VIH en Guayaquil no es solo un problema médico, sino una alarma social. Las autoridades deben asumir con urgencia la tarea de implementar políticas de prevención más efectivas, así como reforzar la red de diagnóstico, tratamiento y acompañamiento.
La historia de Michael es un reflejo de lo que no debería ocurrir: diagnósticos tardíos, falsos negativos, abandono psicológico y un sistema que aún tiene vacíos importantes.
Fuente: El Universo
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