En la actualidad, el concepto de amor sin compromiso se ha convertido en un fenómeno recurrente, especialmente en el contexto de la modernidad líquida descrita por Zygmunt Bauman. Sin embargo, para comprender esta transformación es necesario remontarse a las raíces históricas del amor.
En la antigua Grecia, los pensadores diferenciaban el eros, la philia y el ágape, cada uno con matices propios. Platón, en “El banquete”, concebía el amor como una fuerza que eleva hacia la perfección, lejos de la volatilidad contemporánea.
La fragilidad de los vínculos en la era posmoderna
En la posmodernidad, marcada por el individualismo y la instantaneidad, el amor sin compromiso desplaza al amor duradero. La erosión de certezas y la cultura de lo desechable favorecen relaciones utilitarias, fáciles de iniciar y terminar. Bauman advierte que vivimos en un mundo de “conexiones” en vez de relaciones, donde el compromiso se percibe como una carga.

Consecuencias sociales y emocionales
El avance del amor sin compromiso afecta no solo a las parejas, sino también a familias y comunidades. Las interacciones superficiales y mediadas por tecnología reemplazan la presencia genuina. Esta lógica también erosiona la cohesión cívica, debilitando la confianza entre ciudadanos y gobernantes. Michel Foucault y Hannah Arendt alertaron sobre los riesgos de esta fragmentación para la democracia y la vida pública.
Hacia una recuperación del compromiso
Superar la lógica del amor sin compromiso implica reaprender a construir lazos sólidos y duraderos. La paciencia, la vulnerabilidad y el reconocimiento del valor intrínseco de las relaciones son esenciales para revertir esta tendencia. La verdadera libertad radica en elegir vínculos que nutran, incluso con sus desafíos, y en resistir la tentación de la gratificación inmediata.
Fuente:
diariosigloxxi.com/firmas/lisandroprietofemenia
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