También conocida como acuicultura, esta práctica convierte presas, lagos y lagunas en zonas de explotación de recursos naturales marinos. Las especies que incluye se dividen en cuatro categorías: algas, moluscos, crustáceos y peces. La acuacultura contribuye al crecimiento y estabilidad del sistema alimentario, a la conservación de especies acuáticas, al aumento de los niveles de nutrición, a la disminución de los impactos ambientales, a la fabricación de materias primas de uso industrial y farmacéutico, al fomento del autoempleo y a la erradicación de la pobreza.

Las técnicas acuícolas permiten producir diversos alimentos de alta demanda, como camarón de cultivo, bagre, tilapia, trucha, entre muchos otros. Estas técnicas se practican bajo tres sistemas: el extensivo, que se realiza en estanques de cinco o más hectáreas; y los semi-intensivos e intensivos, aquellos que se realizan en estanques pequeños, de alrededor de una hectárea.
A nivel mundial, se considera al sector acuícola un gran generador de empleos para pescadores y una de las fuentes alimenticias más saludables. Es importante destacar además que dentro de este ámbito, la pesca impulsa el desarrollo de comunidades pobres alrededor del mundo.
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