“Porque si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, también el Padre celestial les perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los demás, tampoco el padre les perdonará a ustedes”.
La cita proviene del Evangelio de Mateo en el Nuevo Testamento, capítulo 6, versículo 14. En esta enseñanza, atribuida a Jesús durante su sermón en el monte, se destaca la importancia del perdón. Se explica que, si perdonamos a los demás, también seremos perdonados por el Padre celestial. Sin embargo, si no perdonamos, tampoco recibiremos perdón divino.
Este sermón es una de las enseñanzas más reconocidas de Jesús y aborda diversos temas éticos, morales y espirituales. El perdón es un concepto profundamente arraigado en aspectos humanos y espirituales, con implicaciones emocionales, psicológicas, sociales y religiosas. Al perdonar, liberamos emociones negativas como el resentimiento y la ira, permitiéndonos sanar y avanzar en la vida sin llevar cargas destructivas.
En relación con la profesión de fe en el Espíritu Santo, el perdón de los pecados está ligado a Cristo, quien confió a los apóstoles el poder de perdonar los pecados al darles el Espíritu Santo. El bautismo es el sacramento principal para el perdón de los pecados, ya que nos une a Cristo y nos otorga el Espíritu Santo, de acuerdo con la voluntad de Cristo.
La Iglesia, en su capacidad, ejerce el poder de perdonar los pecados de los bautizados. Esto se manifiesta de manera habitual en el sacramento de penitencia, brindando a los creyentes una oportunidad para la reconciliación espiritual y el perdón divino.
Fuente: La nación
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