Hasta octubre, las costas ecuatorianas se convierten en el escenario de uno de los espectáculos naturales más impresionantes del año: el avistamiento de ballenas jorobadas. Estos gigantes del océano, que pueden alcanzar más de 15 metros de longitud y pesar hasta 30 toneladas, realizan saltos y acrobacias para el deleite de los cientos de turistas que cada año se dan cita en las playas de Manabí y Santa Elena, dos de los principales puntos de observación. Este fenómeno natural, además de su valor ecológico, representa un importante motor económico para las comunidades locales.
Impacto turístico y económico en Ecuador
El avistamiento de ballenas no solo es una experiencia inolvidable, sino también una actividad que genera ingresos significativos para el sector turístico de Ecuador. Según reportes de Ecuavisa, los tours para observar a estos mamíferos marinos tienen un costo que oscila entre los 25 y 50 dólares, lo que contribuye a una industria que genera alrededor de 20 millones de dólares anuales. Para garantizar la sostenibilidad de esta actividad, el Ministerio de Turismo, encabezado por Niels Olsen, ha implementado diversas medidas que buscan proteger tanto a las ballenas como su hábitat.
“El turismo es utilizado como un vehículo de conservación y desarrollo”, destacó Olsen en junio, cuando se dio inicio a la temporada de avistamiento. Empresas turísticas autorizadas en localidades como Puerto López, Salinas y Ayangue operan bajo estrictas normativas que incluyen la obligación de mantener una distancia mínima de 100 metros de las ballenas y limitar el número de embarcaciones por grupo a un máximo de tres.
El largo viaje de las ballenas jorobadas
Cada año, las ballenas jorobadas emprenden un extenso viaje desde las gélidas aguas de la Antártida hasta las costas ecuatorianas, recorriendo más de 16.000 kilómetros. Este trayecto, que requiere una gran resistencia, tiene como destino final el área de reproducción G del Hemisferio Sur, un territorio que abarca desde el norte de Perú hasta Costa Rica y Panamá.
El ciclo de migración comienza en mayo con la llegada de los primeros machos jóvenes, que buscan aparearse en las cálidas aguas ecuatorianas. Durante julio y agosto, se unen las hembras y machos maduros, mientras que, en septiembre, las últimas en arribar son las hembras preñadas que vienen a dar a luz a sus crías. Después de la temporada de apareamiento, las madres y sus crías se preparan para el regreso a la Antártida, un viaje que completan entre octubre y noviembre.
Conservación y responsabilidad ambiental
El avistamiento de ballenas en Ecuador se ha convertido en un ejemplo de cómo el turismo puede contribuir a la conservación de especies y ecosistemas. Las autoridades han establecido regulaciones estrictas para minimizar el impacto en la vida marina, como la prohibición de arrojar desechos al mar y el control de la proximidad de las embarcaciones a los grupos de ballenas.
Con solo dos meses restantes de la temporada, aún queda tiempo para disfrutar de este espectáculo natural, pero siempre bajo un enfoque de respeto y responsabilidad hacia estos majestuosos animales y su entorno.
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