Con la masificación de los pagos digitales, muchas personas creen que cortar las tarjetas bancarias por la mitad es suficiente para deshacerse de ella. Sin embargo, esta acción, aparentemente segura, puede generar consecuencias financieras y de seguridad más graves de lo que se piensa.
Expertos en seguridad financiera advierten que destruir físicamente la tarjeta no implica cerrar el contrato con el banco. El plástico es solo una herramienta de acceso: la cuenta detrás de él sigue activa si no se cancela formalmente.
El error de confiar solo en las tijeras
Según el portal lituano KaipKada.lt, cortar una tarjeta no impide que la cuenta asociada continúe generando comisiones, cargos por servicios u operaciones automáticas. Esto se aplica tanto a tarjetas de débito como de crédito.
El caso es más delicado con las tarjetas de crédito. Aunque se haya destruido el plástico, el límite puede mantenerse activo. Si el contrato no se cancela correctamente, el titular podría seguir acumulando deuda sin saberlo, afectando su historial crediticio.
Un riesgo también para la seguridad personal
Más allá del aspecto financiero, existe un peligro de seguridad. Los datos impresos en una tarjeta cortada —como el número, la fecha de caducidad o el CVV— pueden ser parcialmente legibles. Personas malintencionadas podrían reconstruir la información o utilizar técnicas de ingeniería social para cometer fraudes.
Estos riesgos hacen que simplemente romper la tarjeta no sea una solución segura. La prevención exige un proceso más riguroso.
Pasos clave para cerrar una tarjeta correctamente
Para evitar complicaciones, portales financieros y bancos recomiendan seguir una serie de pasos formales:
- Retirar todos los fondos de la cuenta vinculada.
- Cancelar pagos automáticos, notificaciones y servicios adicionales.
- Solicitar la cancelación formal de la tarjeta y, si corresponde, de la cuenta asociada. Es preferible hacerlo por escrito o directamente en una sucursal.
- Exigir un comprobante firmado por el banco como constancia de cancelación.
- Verificar después de 60 días que no se han generado cargos nuevos. También se recomienda solicitar un certificado de cierre de cuenta y conservarlo por al menos tres años.

Evitar sorpresas: un compromiso con las finanzas personales
Cerrar adecuadamente una tarjeta es un acto de responsabilidad financiera. Más allá de la comodidad digital, es necesario asegurarse de que no queden cabos sueltos. Un simple descuido puede traducirse en comisiones inesperadas, pérdida de reputación crediticia o incluso ser víctima de fraude.
La recomendación es clara: no basta con cortar el plástico. Hay que cerrar también el contrato.
Fuente: Cadena Ser
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