Washington observa con preocupación la violencia desbordada en Ecuador
Washington D.C. Ecuador atraviesa una de las crisis de seguridad más graves de su historia reciente. En los primeros cuatro meses de 2025, los homicidios aumentaron un 58% en comparación con el mismo periodo de 2024. Esta escalada de violencia ha puesto en evidencia la creciente capacidad del crimen organizado para controlar territorios y desafiar la autoridad del Estado.

El gobierno de Daniel Noboa ha recurrido a medidas de emergencia como la militarización de zonas críticas y el endurecimiento del control carcelario. Sin embargo, las cifras reflejan una situación que sigue deteriorándose. Ante este panorama, se necesita una reforma profunda que rompa los enlaces entre el Estado y el crimen organizado, como insisten diversos expertos en seguridad.
Ecuador, bajo la lupa internacional
El impacto del narcotráfico y la violencia no se limita a las fronteras ecuatorianas. Ecuador se ha convertido en uno de los principales corredores de salida de cocaína en el mundo, pese a no producirla. Esto ha captado la atención de medios internacionales y organizaciones dedicadas a la seguridad hemisférica.
Uno de los analistas que monitorean esta evolución es Adam Isacson, de la Oficina de Washington para América Latina (WOLA), quien enfatiza que, a pesar de los esfuerzos oficiales, los grupos criminales mantienen una capacidad operativa intacta. Para él, se necesita una reforma profunda que rompa los enlaces entre el Estado y el crimen organizado. Y esto implica actuar en múltiples frentes: justicia, inteligencia, institucionalidad y derechos humanos.
Reformar el sistema: prioridad inaplazable
Isacson sostiene que una de las principales fallas del Estado ecuatoriano ha sido el abandono del sistema judicial y penitenciario. Las cárceles, lejos de rehabilitar, se han transformado en verdaderas academias del crimen. Castigar con severidad tanto a los cabecillas como a los funcionarios corruptos es imperativo. Por eso, se necesita una reforma profunda que rompa los enlaces entre el Estado y el crimen organizado y dote de autonomía, protección y recursos a fiscales y jueces.
Lecciones regionales: entre el éxito parcial y los fracasos estructurales
Experiencias como el Plan Colombia o el modelo territorial de Medellín muestran que es posible recuperar el control estatal en zonas dominadas por grupos armados. No obstante, esos esfuerzos colapsaron por falta de continuidad. Ecuador puede aprender de esos errores. Pero debe tener claro que no hay soluciones milagrosas: ni la «mano dura» de Bukele ni los pactos simbólicos como “Abrazos, no balazos” han logrado erradicar las redes criminales.
Recuperar la confianza ciudadana
Una dimensión muchas veces ignorada es el rol de las comunidades. La ciudadanía solo colaborará con las autoridades si siente que el Estado está presente de forma legítima, constante y respetuosa. De lo contrario, seguirá recurriendo a los grupos criminales para resolver sus conflictos. Se necesita una reforma profunda que rompa los enlaces entre el Estado y el crimen organizado, y esto solo será posible si se prioriza la reconstrucción del vínculo entre el poder público y la población más afectada.
Fuente: PRIMICIAS
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