Las grandes tecnológicas compiten intensamente por atraer neurocientíficos en la inteligencia artificial, impulsadas por la necesidad de mejorar la eficiencia energética y la interpretabilidad de sus modelos. Esta tendencia crece porque los modelos avanzados dejaron de ser una ventaja exclusiva. Ahora, la diferenciación depende de optimizar su funcionamiento y comprender mejor sus decisiones internas. Por ello, las compañías buscan perfiles capaces de explicar comportamientos complejos inspirados en procesos cerebrales.
La nueva carrera por talento científico
La demanda de neurocientíficos en la inteligencia artificial responde a una necesidad estratégica urgente. Los modelos actuales consumen demasiada energía y siguen siendo opacos para sus creadores. La neurociencia aporta métodos para estudiar decisiones complejas, permitiendo entender por qué un sistema elige una salida específica. Este conocimiento ofrece ventajas inmediatas.
El caso de Aldo Battista refleja esta tendencia. Él investigaba decisiones subjetivas en la Universidad de Nueva York antes de llegar a Meta. Su labor ahora mejora sistemas de recomendación en redes sociales. Sus análisis, antes plasmados en papers, hoy generan cambios rápidos en algoritmos que influyen en millones de usuarios. Incluso estudios simples, como cómo escogemos la cena, ayudan a predecir qué contenido atrapará nuestra atención.

Más especialistas llegan a la IA
Otros ejemplos también confirman esta migración. OpenAI contactó a Merge Labs, dedicada a implantes cerebrales. Además, Akshay Jagadeesh se unió a OpenAI tras estudiar por años la percepción visual. Su objetivo es aplicar neurociencia computacional para perfeccionar modelos. En Europa, el EBRAINS Summit mostró perfiles académicos que ahora asesoran startups tecnológicas.
Apple sigue esa línea con Ruslan Salakhutdinov, experto en Machine Learning con experiencia en sistemas biológicos. Su trabajo impulsa investigaciones inspiradas en procesos del cerebro humano. El fichaje demuestra la relación creciente entre neurociencia y tecnología avanzada.
La lógica detrás del interés corporativo
Las empresas buscan reducir consumo energético y aumentar interpretabilidad. El cerebro humano realiza tareas complejas usando solo 20 vatios. Sin embargo, los modelos requieren cantidades enormes de energía para operaciones similares. Reducir esa brecha daría una ventaja considerable, y por eso los neurocientíficos en la inteligencia artificial son esenciales.
Salarios que parecen contratos deportivos
Las ofertas económicas evidencian la magnitud de esta competencia. OpenAI ofrece sueldos base entre 178.000 y 342.000 dólares, sin contar acciones o bonus. Otros laboratorios pagan entre 150.000 y 350.000 dólares anuales. Algunos paquetes incluso alcanzan cifras millonarias, lo que acerca estos contratos a los de atletas profesionales.
Un fenómeno creciente, aunque no nuevo
El interés no es reciente. Empresas como Apple, Google o Neuralink contratan expertos en neurociencia desde hace años. Sin embargo, la escala actual es mayor. Según Matthew Law, de OpenAI, la industria agotó la cantera tradicional de desarrolladores. Por eso amplía su búsqueda en toda la base científica disponible.
El trasfondo de esta competencia agresiva
El movimiento revela cierta desesperación en las compañías por lograr ventajas diferenciales. Si la innovación decisiva surge desde los laboratorios de neurociencia, las grandes tecnológicas intentarán capturar ese talento. Las universidades no pueden competir con salarios tan altos, lo que acelera la fuga hacia la industria. Esta dinámica confirma que los neurocientíficos en la inteligencia artificial son ahora un recurso estratégico para el futuro del sector.
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El salario promedio pretendido aumentó en octubre un 1,26% y alcanzó los USD 870
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