En América Latina, las estadísticas muestran la realidad de la seguridad pediátrica. La mayoría de muertes en recién nacidos se relacionan con complicaciones como prematuridad, asfixia perinatal e infecciones. En niños mayores se destacan enfermedades respiratorias, diarreas, accidentes y afecciones crónicas emergentes.
En Ecuador, según el INEC, la mortalidad infantil en 2023 fue de 9,7 por cada 1 000 nacidos vivos. La mortalidad neonatal alcanzó 5,8 por cada 1 000 nacidos vivos y la de menores de cinco años llegó a 12,3 por cada 1 000 nacidos vivos.
Un estudio del mismo organismo en 2020 señaló que la dificultad respiratoria representó el 18,7 % de las muertes neonatales, la sepsis bacteriana el 12,6 % y la asfixia neonatal el 4,9 %.
Diferencias en la atención médica
La seguridad del paciente varía entre adultos, niños y recién nacidos. Factores como la fisiología, el nivel de maduración y la capacidad de comunicación determinan vulnerabilidades específicas.
Grecia Vivas, coordinadora de la carrera de Medicina en la UISEK, señaló que es esencial contar con protocolos propios para pediatría y neonatología. Explicó que los riesgos clínicos, la nutrición, las técnicas de reanimación y la farmacocinética difieren de los adultos, por lo que adaptar guías generales puede ser insuficiente o riesgoso.
Retos en hospitales y clínicas
Los centros de salud deben ajustar medicamentos según el peso, utilizar equipos adaptados al tamaño de los pacientes y reforzar la vigilancia para prevenir infecciones, caídas o errores en la dosificación.
Vivas resaltó que la capacitación continua del personal es clave para reducir errores médicos. Dijo que mantener actualizados los conocimientos sobre fármacos, procedimientos y protocolos fortalece la capacidad del equipo para anticipar y manejar riesgos en pediatría.
El rol de los padres
La especialista recomienda que los padres participen activamente en la seguridad de sus hijos durante consultas y hospitalizaciones. Sugiere confirmar la identidad del niño antes de procedimientos, verificar medicamentos y dosis, y mantener comunicación abierta con el personal médico.
También considera importante observar la presencia de personal especializado, el uso de equipos adecuados, la identificación clara del paciente y protocolos de higiene estrictos. Aconseja, además, preguntar sobre las medidas de prevención de infecciones, el reporte de eventos adversos y los planes de emergencia.
Cultura de seguridad y futuro
Vivas propone que los profesionales adopten una cultura de seguridad centrada en el niño. Esto implica priorizar la prevención de errores, trabajar de manera interdisciplinaria y fortalecer la comunicación con las familias.
Finalmente, insistió en la importancia de promover la investigación para identificar patrones de riesgo, generar evidencia sobre prácticas seguras, desarrollar tecnologías adaptadas y respaldar políticas públicas que garanticen atención segura a poblaciones pediátricas y neonatales.
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