La historia de los hermanos asesinados en Guayaquil conmociona por su crudeza y por el trasfondo social que la rodea. Joffre Jampier Rojas Villagrán murió la noche del lunes 4 de agosto en el Guasmo Sur, tras ser atacado por sicarios. Su vida terminó apenas cuatro días después de salir de una clínica de rehabilitación, donde permaneció siete meses por su adicción a las drogas.
Una tragedia que marcó a la misma familia
Su hermano, Francisco Guerrero Villagrán, también perdió la vida en un ataque armado un año y medio antes, en el centro de Guayaquil. Ambos casos reflejan una problemática social profunda, donde la violencia, las adicciones y el abandono convergen. Los hermanos asesinados en Guayaquil crecieron sin su madre, quien falleció hace nueve años por una enfermedad.
Advertencias familiares que no bastaron
El tío de los jóvenes explicó que la familia intentó encaminar a Joffre. “Le dijimos que buscara otro rumbo, que evitara los malos pasos, pero no alcanzó a hacerlo”, relató. Según él, una tricimoto lo persiguió cerca de su vivienda, y los ocupantes lo ejecutaron a corta distancia.
Policía encontró evidencias en la escena
Agentes de la Policía Judicial recolectaron 14 vainas percutidas calibre 9 mm y una bala deformada. El personal forense analiza estos elementos para entender cómo ocurrió el crimen de uno de los hermanos asesinados en Guayaquil.
Drogas, violencia y un destino interrumpido
Sus familiares indicaron que ambos jóvenes enfrentaron problemas de consumo desde la muerte de su madre. Aunque Francisco logró alejarse de ese entorno, también terminó asesinado. “La droga destruye a los jóvenes. Les hace creer que lo controlan todo, pero terminan mal”, reflexionó el tío.
El caso de los hermanos asesinados en Guayaquil no es un hecho aislado. Representa una crisis estructural que combina pobreza, violencia, abandono institucional y la expansión del crimen organizado en sectores vulnerables de la ciudad.
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