Cada segundo domingo de mayo, miles de familias celebran con flores, desayunos especiales y mensajes emotivos a una figura fundamental en nuestras vidas: la madre. Pero más allá de las festividades, es necesario detenerse un momento y reflexionar sobre lo que realmente significa estar presentes para ellas, sobre todo cuando pasan los años y su rol de cuidadoras se diluye en el tiempo.

Este Día de la Madre no solo debe ser una oportunidad para agradecer, sino también para escuchar más, visitar más y estar más. Porque el amor materno, aunque incondicional, también necesita reciprocidad, especialmente en la etapa de la vejez.
Madres mayores: el silencio que muchas veces es olvido
En muchos hogares, las madres mayores viven en un aparente silencio, esperando una visita, una llamada o un simple gesto que les devuelva la certeza de que aún son importantes. No suelen pedirlo en voz alta, pero lo sienten profundamente. Y esa sensación de invisibilidad, de ausencia emocional, deja una huella que no se ve, pero pesa.
La vejez no borra los años de entrega, los desvelos, las enseñanzas ni el amor dado. Por eso, aunque hayan cambiado sus rutinas y ya no sean el eje de la familia, merecen seguir siendo miradas con la misma ternura y respeto que ofrecieron durante toda su vida.
El vínculo con una madre no desaparece con el tiempo
Una madre nunca deja de serlo. Aunque los hijos crezcan, se muden o formen sus propias familias, el lazo que las une a sus hijos permanece vivo, aunque a veces se vuelva más silencioso o distante. Sin embargo, muchas madres mayores sienten que, cuando ya no cuidan o no son “útiles” como antes, pierden relevancia. Eso no debería pasar.
Honrar el vínculo con una madre debe ser un compromiso permanente, más allá de fechas específicas. La cotidianidad está hecha de gestos simples: una conversación sin prisa, una visita inesperada, una risa compartida, una mano sostenida en silencio.
No se trata solo de regalos, sino de estar
En estas fechas, es común ver campañas y mensajes que invitan a regalar perfumes, desayunos o flores. Y aunque esos detalles son bienvenidos, lo más valioso sigue siendo el tiempo compartido y la atención emocional. La presencia –física y emocional– no puede ser reemplazada por objetos materiales.
Muchas madres no necesitan un obsequio costoso, sino sentir que todavía son parte esencial en la vida de sus hijos. Que aún cuentan. Que su historia y su amor siguen teniendo un espacio en el presente de sus seres queridos.
Ser madre es para siempre, y el amor también debería serlo
En esta fecha especial, celebremos con gratitud, pero también con empatía. Pensemos en esas madres que esperan en silencio, y recordemos que el mayor acto de amor no es el que se da un día al año, sino el que se cultiva cada día, sin necesidad de grandes gestos, solo con presencia, escucha y reconocimiento.
Porque ser madre es para toda la vida, y acompañarlas con amor también debería serlo.
Fuente:
Instagram – Video Reflexivo por el Día de la Madre
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