El microtráfico de drogas en Quito ha tomado un giro preocupante. Lejos de limitarse a zonas marginales, esta actividad ilícita ha penetrado espacios cotidianos como parques, urbanizaciones y áreas escolares. La comercialización de marihuana, cocaína, base de cocaína y nuevas formas de droga camufladas en golosinas como gomitas o chupetes ha encendido las alarmas de las autoridades.

Según la Policía Nacional, en lo que va del 2024 se han realizado 175 operativos antidrogas en el Distrito Metropolitano de Quito, con un saldo de 251 detenidos y el decomiso de más de 136.000 gramos de sustancias sujetas a fiscalización. El fenómeno, cada vez más visible, ha pasado de ser un problema policial a una amenaza de salud pública y seguridad nacional.
Zonas de conflicto y cifras alarmantes
Los operativos más recientes se concentraron entre el 26 de mayo y los primeros días de junio en sectores como La Lucha de los Pobres, Guamaní, San Antonio, Carcelén, Barrio Nuevo, El Quinche, el Centro Histórico y San Roque. En estas zonas se detuvo a once personas y se decomisaron 46.600 dosis de droga, además de celulares y dinero en efectivo. El perjuicio económico al mercado ilícito se calcula en más de $46.000.
Quitumbe y Eloy Alfaro encabezan las estadísticas en número de operativos, incautaciones y violencia asociada. Calderón, por su parte, presenta un incremento sustancial de violencia ligada a disputas entre bandas criminales por el control del territorio.
Adolescentes en el engranaje del crimen
Uno de los aspectos más perturbadores del auge del microtráfico en Quito es la implicación de menores de edad. Se estima que al menos 40 adolescentes, entre los 14 y 18 años, han sido detenidos en lo que va del año por su participación directa en la distribución de droga.
Las bandas criminales reclutan a menores por su aparente «inmunidad» ante el sistema judicial, pues la normativa actual contempla medidas socioeducativas y no penas privativas de libertad. Esta situación ha motivado propuestas de reforma legal para endurecer las sanciones en estos casos.
Dulces drogados y redes sociales: las nuevas formas de distribución
El microtráfico ha evolucionado hacia modalidades más sofisticadas y peligrosas. Una de las más recientes es la venta de dulces impregnados con droga a través de redes sociales, dirigidos especialmente a niños y adolescentes. Estos productos suelen distribuirse en escuelas y zonas recreativas, lo que incrementa significativamente el riesgo de adicción temprana.
Otra táctica es el almacenamiento de droga en viviendas alquiladas dentro de urbanizaciones privadas. Muchas veces, los contratos de arriendo se realizan a nombre de terceros para dificultar el rastreo por parte de la Policía. Además, se emplean servicios de mensajería para el traslado de estupefacientes desde otras provincias.
Quito en el “triángulo dorado de la cocaína”
Quito no solo es un punto de consumo; también forma parte de un corredor estratégico internacional para el narcotráfico. Según Mario Pazmiño, analista en seguridad, la capital ecuatoriana se encuentra dentro del “triángulo dorado de la cocaína”, que conecta Tumaco (Colombia), Puerto Asís (Putumayo) y Quito. Se estima que por esta ruta transitan al menos 850 toneladas de cocaína al año.
Las organizaciones criminales han transformado la ciudad en un centro logístico clave para el acopio y redistribución de droga hacia otros destinos. Esta realidad exige un control más firme sobre los denominados “santuarios del microtráfico”, zonas con fuerte presencia de bandas criminales y escaso control estatal.
Los santuarios del microtráfico y bandas en expansión
La Policía ha identificado al menos 17 santuarios del microtráfico en Quito. Entre ellos figuran barrios como Solanda, Quitumbe, Comité del Pueblo, Ferroviaria, Pomasqui, Tumbaco, el Panecillo y Puengasí. Estos sectores, inicialmente ocupados por asentamientos irregulares, han sido aprovechados por las bandas para establecer sus redes de distribución.
La presencia de organizaciones como Los Lobos, Los Lobos Invisibles y Los R7 ha incrementado la violencia. Las disputas por puntos de venta y rutas han derivado en asesinatos, ajustes de cuentas y extorsión, sumiendo a Quito en un espiral de inseguridad.
Un problema estructural que exige respuestas integrales
El coronel Hugo Amores, jefe de la Jefatura de Investigación Antidrogas, considera que la raíz del problema no es solo delictiva. La falta de empleo, la desintegración familiar y la carencia de oportunidades educativas alimentan el ciclo del microtráfico. Por ello, se requiere una política integral de Estado que combine prevención, educación, salud y justicia penal.
Mientras tanto, la Policía continúa con operativos, incautaciones y detenciones, pero el fenómeno parece expandirse a medida que las bandas criminales adaptan sus métodos y estrategias.
Fuente: Expreso
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