Los informes de la Policía revelan una intrincada red de operaciones en el Golfo de Guayaquil, donde los piratas se vinculan estrechamente con organizaciones criminales reclutando a trabajadores locales para cometer actos delictivos en el agua. A pesar de los esfuerzos de patrullaje de la Armada a lo largo del golfo, la delincuencia persiste, encontrando en los comuneros y trabajadores blancos fáciles.
Con una extensión de más de 13.701 kilómetros cuadrados, el Golfo de Guayaquil se ha convertido en un caldo de cultivo para al menos cinco Grupos de Delincuencia Organizada (GDO), incluyendo a Los Choneros, Los Lagartos, Los Tiguerones, Los Lobos y los Peaky Blinders, estos últimos surgidos de la Mafia-18.
Los piratas del golfo operan con una sorprendente autonomía, aprovechando su conocimiento del terreno y equipos de comunicación especializados que funcionan en áreas sin cobertura celular. Reclutan a trabajadores de bajo nivel, como ‘pateros’ y ‘parametristas’ de camaroneras, quienes proporcionan información vital sobre los lugares propicios para cometer actos ilícitos.
Estos informantes, residentes locales, conocen a la perfección las peculiaridades del golfo, facilitando la navegación de las bandas criminales. Además, poseen habilidades para navegar sin GPS y se mueven con destreza en los esteros y manglares, donde esconden armas para su uso posterior.
Las islas del Golfo de Guayaquil no están exentas de peligro. Los piratas atacan embarcaciones custodiadas e incluso han desplazado a comunidades enteras, como en el caso de Puerto Arturo, donde las familias se vieron obligadas a abandonar sus hogares debido a las amenazas y ataques de las bandas.
La complicidad de algunos trabajadores locales, como los ‘cangrejeros’, y el robo de motores fuera de borda son elementos clave en las operaciones de estas bandas. Además, se han identificado rutas específicas por las cuales estas agrupaciones delictivas operan, con líderes como ‘Manaba’, ‘Montubio’ y ‘El Bola’ controlando varias de estas salidas.
La situación en el Golfo de Guayaquil es grave y requiere una respuesta coordinada y efectiva de las autoridades para salvaguardar la seguridad de la población y proteger los recursos marítimos de la región.
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