Los impuestos egipcios
El pueblo egipcio fue el primer estado en cumplir con una obligación ineludible a todas las épocas: pagar impuestos. Creó un sistema recaudatorio en el que el faraón recorría el valle del Nilo en una flotilla cobrando los tributos con los encargados de llenar las arcas del tesoro.
La crecida del Nilo era crítica para el cálculo de los impuestos. La inundación de las tierras era la clave de la riqueza agrícola de Egipto. Una crecida insuficiente significaba que quedaban tierras sin irrigar. Mientras que, una inundación excesiva, anegaba cultivos y poblados. El nivel de la inundación determinaba el resultado de la siega y, con ello, el monto de la recaudación fiscal.
Una dificultad que tenían los recaudadores era que, tras las crecidas, los linderos de los terrenos desaparecían; por lo que los demarcaban nuevamente para saber la cantidad exacta que se debía al rey. De esta tarea se encargaban los agrimensores del faraón. Estos recorrían los campos con sus cuerdas de medir, anotaban en papiros el catastro y fijaban las medidas en las que debían entregarse las cuotas de la cosecha.
Los campesinos trataban de cambiar las delimitaciones en su provecho, pese a ser una práctica castigada con severidad. La recaudación de los impuestos iba acompañada de violencia o coerción. Los relieves egipcios lo muestran. En ellos se ven a escribas anotando las declaraciones de los labradores quienes, arrodillados, son sujetados con fuerza por funcionarios armados de varas, prestos a golpearlos. En muchos casos se puede ver a los aldeanos atados a postes mientras reciben una paliza por haber mentido, o para sonsacarles la verdad sobre su cosecha.
Los recaudadores eran implacables en el trato con los agricultores. Los acosaban y maltrataban para evitar que ocultaran su producción, luego los ataban y lanzaban a la acequia con la cabeza sumergida. Los textos y profesores de historia nos enseñaron que el pueblo egipcio nunca pasaba hambre. Pero la historia empírica revela que los egipcios comunes siempre estaban al borde de la inanición. Por eso, escamotear un saco de grano suponía la diferencia entre morirse de hambre o sobrevivir.
Cuando se indaga más allá de lo aprendido, se desempolvan crónicas relegadas que por conveniencia no se contaban. Como sucede con los libros apócrifos de la Biblia, o los rollos de las cuevas de Qumram.
Fuente: La Nación
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