Es lamentable que, para forjar una opinión, mucha gente se enfoque en las posibilidades negativas, que siempre existen, en lugar de resaltar las positivas que también existen y que además prevalecen. Demasiadas personas, de todo nivel y capacidad de discernimiento han optado por destacar el vaso medio vacío en lugar del vaso medio lleno; subrayando que el próximo período presidencial promediará apenas dieciocho meses y no alcanzará para completar los programas que plantean los candidatos, añadiendo que por lo tanto deberían olvidarlos. Mucho me temo que ese negativismo es una de las causales porque la rehabilitación del país se haya convertido en una tarea tan difícil. Lo irónico es que son las mismas personas que a viva voz reclaman por “políticas de Estado”.
Los programas de Gobierno tienen objetivos inmediatos y mediatos; los primeros se refieren a las necesidades urgentes que pueden tratarse en corto plazo y de las que se puede esperar respuestas en tiempos reducidos. Pero los planes mayores de los Gobiernos, aquellos que incluyen las famosas “políticas de Estado”, son programados para plazos extendidos que generalmente sobrepasan el período normal de los mandatarios. ¿Acaso no deberían iniciarse porque no se terminarían en el período inmediato? ¿Acaso los candidatos no deberían destacarlos porque no se completarán en su mandato? Ese inmediatismo erróneamente generalizado, es más bien un exacerbado egoísmo que felizmente no comparten los candidatos; porque ellos han comprendido que un presidente es responsable de los correctivos inmediatas, ciertamente, pero también y especialmente de los proyectos de desarrollo que necesitan largo plazo para completar su ejecución.
La construcción de las represas ocupó los períodos de diferentes Gobiernos; el ferrocarril no fue iniciado por el mismo presidente que lo inauguró; un programa de mejoramiento genético bovino requiere de al menos siete ciclos de cruzamientos, que significa una media de doce años. Los enormes programas habitacionales del Banco Ecuatoriano de la Vivienda no se debieron implementar entonces, según la visión de los que han condenado los proyectos de desarrollo extendido que proclaman los candidatos. El ing. Pablo Rizzo luchó más de veinte años por el Programa Nacional de Erradicación de la Aftosa, y murió antes de que la Organización Mundial de Sanidad Animal reconociera esa condición en el Ecuador ¡Nadie se atrevería a decir que fue en vano!
El próximo período gubernamental, aunque mutilado, es suficiente para implementar el primer paso de todo proyecto, y ese paso se llama “comenzar”, y no necesita ambición por reconocimiento alguno.
Cuando seamos capaces de valorar a quién siembra un árbol de cuya sombra no se beneficiará, habremos comprendido el sentido de la vida… y de la vocación de servicio.
Fuente: La nación