Muchos piensan que el amor es un sentimiento, una emoción espontánea, pero en realidad no lo es. Si me piden tocar una guitarra, lo máximo que escucharán serán sonidos disonantes sin melodía alguna. Pero si le damos la misma guitarra a alguien que sabe de música, espontáneamente tocará alguna canción de su preferencia. Antes de esa espontaneidad, hubo horas de práctica, tal vez cicatrices en los dedos y días queriendo dejar el instrumento a un lado.
Sin práctica, sin esfuerzo, sin sacrificio Jefferson Pérez no hubiera ganado medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996, o Millán Ludeña no hubiera corrido media maratón a cuatro mil metros bajo tierra en una mina de oro en Sudáfrica en el 2017, o la Locomotora del Carchi -Richard Carapaz- no hubiera alcanzado el 1er lugar en el Giro de Italia del 2019, o nuestra selección no hubiera llegado a la Copa Mundial de Fútbol en cuatro ocasiones (2002, 2006, 2014, 2022). Estamos acostumbrados a pensar que en cuanto a deportes, estudios y vida profesional uno debe dar todo de sí, pero en cuanto a temas de pareja, la cosa es más espontánea.
Aunque parezca una contradicción, la disciplina es el camino para un amor libre. Hay personas que creen que la motivación es lo que se necesita para hacer que las cosas sucedan, pero la motivación entra en el lenguaje de lo emotivo y del sentimiento, y por lo tanto es voluble al cambio. Una esposa no puede depender de la motivación del marido cuando existen complicaciones en el hogar, pero sí puede depender de él si posee entereza y disciplina.
El amor es la auto donación que busca el bien del otro, pero muchos creen que es la complacencia o la gratificación que se recibe cuando está con alguien. En el primer caso yo me entrego, en el segundo caso yo tomo. El amor es siempre entrega desinteresada, aun a costa del propio gozo. Y ahí radica el esfuerzo y el sacrificio que las parejas deben tener presente a la hora de unirse en el sacramento del matrimonio.
La etapa del enamoramiento debe ser una época para ejercitarse en estos temas de voluntad y de pequeñas entregas, como tiempo y dedicación a la otra persona, para lograr en el futuro un matrimonio más sólido que sabe darse mutuamente, que sabe que el otro es un sujeto y no un objeto.
El ser humano no puede encontrar plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Luego del pecado original, ya no hay donación sino posesión, y estamos llamados a reparar aquello que dañamos en el principio, y para lograr ese propósito la espontaneidad es el peor enemigo y la disciplina el mejor aliado. Aunque cueste, diariamente decido amar, si mi vocación es el matrimonio, a mi esposo e hijos, y si no he encontrado a una persona especial, a todo aquel que me encuentre en el camino.
Fuente: La Nación
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