La neuroplasticidad infantil marca la diferencia
Aprender un segundo idioma a temprana edad resulta más sencillo porque, entre los tres y seis años, el cerebro exhibe alta neuroplasticidad. Por eso, los niños absorben estructuras gramaticales, vocabulario y pronunciación con naturalidad. Además, asimilan el nuevo código lingüístico igual que su lengua materna, según estudios de Harvard y el MIT.
1. Aprendizaje más rápido y efectivo
Los datos pedagógicos de Diglo muestran que un niño alcanza nivel B1‑B2 en tres años continuos. Un adulto, sin embargo, necesita hasta seis. Asimismo, más del 80 % de los menores que comienzan antes de los siete logran pronunciación nativa. Aprender un segundo idioma a temprana edad integra el idioma en el sistema cognitivo, por consiguiente, la retención se mantiene estable.
2. Menor filtro afectivo
Los niños no temen equivocarse. En consecuencia, experimentan, corrigen y progresan sin inhibiciones. Esta apertura emocional facilita la fluidez y refuerza la confianza comunicativa al aprender un segundo idioma a temprana edad.
3. Ventaja fonológica
Durante la infancia, la capacidad para reproducir sonidos nuevos se conserva intacta. Por ello, los pequeños imitan acentos casi perfectos. Con el paso del tiempo, esta habilidad disminuye y, por lo tanto, adult learners presentan más dificultades.
4. Aprendizaje implícito
El juego, la música y la interacción diaria permiten interiorizar el idioma sin memorizar reglas. Así, aprender un segundo idioma a temprana edad se vuelve intuitivo, reforzando el uso espontáneo y creativo del lenguaje.
5. Impacto cognitivo y académico
Investigaciones de la ACTFL demuestran que los niños bilingües superan a sus pares monolingües en memoria de trabajo, lectura y matemáticas. Del mismo modo, desarrollan mayor flexibilidad cognitiva. Por ende, aprender un segundo idioma a temprana edad potencia el rendimiento global.

Enfoques metodológicos recomendados
- Enfoque comunicativo: prioriza el uso real del idioma desde el primer día.
- Game‑based learning: incrementa motivación intrínseca mediante actividades lúdicas.
- Total Physical Response (TPR): asocia comandos verbales y acción física, reduciendo ansiedad.
- Aprendizaje multisensorial: combina estímulos visuales, auditivos y kinestésicos para consolidar contenidos.
- Storytelling y dramatización: conectan emociones e imaginación con estructuras complejas.
- Aprendizaje por proyectos: fomenta autonomía y trabajo colaborativo usando el idioma en tareas reales.
Conclusión
La infancia ofrece condiciones óptimas. Por eso, quienes deciden aprender un segundo idioma a temprana edad obtienen ventajas duraderas en pronunciación, rapidez y desarrollo cognitivo. Un enfoque lúdico, inmersivo y personalizado maximiza ese potencial.
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