El acceso frecuente a espacios verdes potencia el bienestar y el desarrollo cognitivo en la infancia, según un nuevo estudio de la Universidad de Illinois.
Publicada en la revista Children, Youth and Environments, la investigación concluye que la cercanía a espacios verdes puede desempeñar un rol fundamental en las primeras etapas del crecimiento infantil.
Los resultados subrayan que entornos naturales próximos al hogar benefician no solo la salud física, sino también aspectos emocionales y sociales clave para la evolución cognitiva.
Influencia de los espacios verdes en la infancia
Los investigadores encontraron que el contacto regular con áreas naturales se relaciona con un mejor desarrollo de la función ejecutiva, un conjunto de habilidades esenciales como la memoria de trabajo, el autocontrol y la flexibilidad cognitiva.
El estudio también remarca que estas mejoras se observan de manera más notable en niños que accedieron a estos espacios antes de cumplir los dos años.
Interacción sensorial desde la primera infancia
La exploración al aire libre, como jugar con arena o interactuar con árboles, favorece la autorregulación y la capacidad de atención.
Los datos muestran que elementos como terrazas, jardines o la cercanía a granjas influyen positivamente en el desarrollo de funciones cognitivas hasta los cinco años.
Además del beneficio individual, los científicos destacaron que estos entornos también estimulan el vínculo y la comunicación dentro del núcleo familiar.
Menos caos en el hogar, más bienestar
La investigación también abordó cómo los espacios verdes impactan en la dinámica doméstica.
Las familias que vivían en entornos más naturales reportaron niveles más bajos de caos hogareño, una variable definida por los expertos como exceso de ruido, desorganización y falta de rutinas claras.
Un ambiente más tranquilo y estructurado contribuye a la estabilidad emocional de niños y adultos por igual.
Resiliencia en contextos complejos
El estudio observó que algunos niños criados en hogares más caóticos desarrollaron altos niveles de resiliencia a los cuatro años.
Sin embargo, los investigadores advirtieron que, aunque adaptarse a lo impredecible puede generar ciertas habilidades, los beneficios del contacto con la naturaleza fueron más consistentes y generalizables.
Cómo se llevó a cabo la investigación
El proyecto fue liderado por la investigadora postdoctoral Samantha Iwinski e incluyó a 435 familias del oeste de Estados Unidos.
El equipo cruzó datos sociodemográficos con información sobre los entornos residenciales y realizó un seguimiento del desarrollo infantil hasta los cinco años.
Las familias participantes provenían de diversos contextos, desde viviendas urbanas hasta zonas rurales.

Un llamado a políticas públicas inclusivas
La autora principal destacó la necesidad de diseñar políticas públicas que prioricen el acceso universal a espacios verdes seguros, inclusivos y funcionales.
Los hallazgos refuerzan la idea de que el entorno físico y las relaciones familiares deben analizarse en conjunto al abordar el desarrollo infantil.
Crear comunidades más verdes no solo mejora la salud de los niños, sino que fortalece el tejido social y emocional desde la primera infancia.
Fuente: Infobae
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