Cada 3 de junio se conmemora el Día del Psicoterapeuta en varios países de América Latina. Esto se hace con el objetivo de reconocer el trabajo de aquellos que contribuyen significativamente al bienestar emocional, social y mental de las personas. De acuerdo con la Federación Latinoamericana de Psicoterapia (FLAPSI), la psicoterapia es una profesión con estándares internacionales de formación. Además, exige entrenamiento teórico-práctico, supervisión clínica y desarrollo personal.
De acuerdo con la Federación Latinoamericana de Psicoterapia (FLAPSI), la psicoterapia es una profesión con estándares internacionales de formación que exige entrenamiento teórico-práctico, supervisión clínica y desarrollo personal.

Sin embargo, en Ecuador, el ejercicio de la psicoterapia enfrenta desafíos estructurales. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), debería haber al menos un profesional por cada 5.000 habitantes. Sin embargo, el país cuenta con apenas 1.300 psicólogos clínicos para una población que supera los 17 millones. Patricia Pitta, coordinadora de la Maestría en Psicoterapia de la UISEK, advierte que uno de los retos más urgentes es integrar la psicoterapia basada en evidencia. Esto es necesario en un sistema de salud fragmentado y con escasa cobertura en salud mental. Por lo que señala que “es un reto técnico, pero también profundamente humano: estar disponibles, desde la empatía y la ética, para una sociedad que necesita ser escuchada y acompañada”.
Patricia Pitta, coordinadora de la Maestría en Psicoterapia de la UISEK, advierte que uno de los retos más urgentes consiste en integrar la psicoterapia basada en evidencia dentro de un sistema de salud fragmentado, que además ofrece escasa cobertura en salud mental. Por eso, enfatiza que se trata de un desafío técnico, pero también profundamente humano: los profesionales deben estar disponibles, actuar con empatía y ética, y responder a una sociedad que necesita escucha y acompañamiento.
En los últimos años, factores como el desempleo, la violencia, la migración o la inseguridad han desgastado emocionalmente a muchas personas. Mientras tanto, las nuevas generaciones muestran mayor apertura hacia el autocuidado. Frente a esto, Pitta enfatiza que aún quedan muchas barreras que derribar. Es necesario que el acceso a la terapia no sea una opción limitada, sino un derecho garantizado. Asimismo, advierte que “cuando una sociedad normaliza el malestar como parte inevitable de la vida, corre el riesgo de apagar sus propias alarmas internas”.
Frente a esto, Pitta enfatiza que aún quedan muchas barreras que derribar para que el acceso a la terapia no sea una opción limitada, sino un derecho garantizado. Asimismo, advierte que “cuando una sociedad normaliza el malestar como parte inevitable de la vida, corre el riesgo de apagar sus propias alarmas internas”.
Por ello, desde su rol como formadora de futuros psicoterapeutas, Patricia identifica el papel clave que tiene la academia para combatir el estigma que aún persiste en torno a la terapia. Pues “todavía hay quienes piensan que ir al psicólogo es para débiles o para locos. Desde la universidad debemos transformar esa mirada. Para eso, necesitamos formar profesionales técnicamente sólidos, pero también culturalmente empáticos, capaces de intervenir con sensibilidad en los distintos contextos”.
En conclusión, la psicoterapia no solo acompaña crisis; también ofrece caminos de sentido, resiliencia y transformación. Cuidar la salud mental es un acto de dignidad y, quienes ejercen esta labor actualmente, son más necesarios que nunca.
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