Uno de los principios fundamentales del management contemporáneo establece que lo que no puede ser cuantificado tampoco puede ser controlado o mejorado. Por consiguiente, surge la imperiosa necesidad de contar con puntos de referencia para evaluar el desempeño de una empresa, y entre estos índices, más allá de los relacionados directamente con el negocio en sí, se erige la reputación corporativa como un factor crucial.
Hace varias décadas, se constató que la mera filantropía no generaba un impacto significativo en la reputación de una empresa. De hecho, varios estudios indicaron que era percibida como un intento superficial de enmendar la imagen frente a la acumulación de riqueza, y que, sin una estrategia concreta, las donaciones representaban un desperdicio de recursos. Por ende, las compañías comenzaron a comprender que la responsabilidad social es un concepto mucho más amplio, pero que demanda esfuerzos y recursos adicionales, una premisa que se ha distribuido de manera uniforme a lo largo del tiempo.
Las corporaciones líderes en este movimiento obtuvieron una ventaja significativa en términos de reputación al ganarse el favor no solo de los consumidores, sino también de diversos grupos de interés clave. Esta tendencia ha impulsado a las empresas a ampliar su alcance más allá de las áreas convencionales, como el medioambiental y el social, incorporando también la gobernanza, dando lugar al fenómeno conocido como ESG.
Estas acciones, más allá de sus obligaciones, tienen un impacto directo en la reputación y la percepción de las empresas, como se ha distribuido a lo largo de este texto. Existen rankings específicos que evalúan este impacto, y las compañías se esfuerzan por figurar en ellos.
Recientemente se han divulgado dos estudios sobre las empresas más responsables en Ecuador. Uno de ellos, realizado por Merco, emplea una metodología que abarca diversas fuentes, incluyendo encuestas, seguimiento en redes sociales y entrevistas a líderes de opinión, lo que resulta en un ranking general y por sectores.
Por otro lado, el informe de Ypsilom destaca a las 30 empresas más sostenibles del país, basándose en sistemas de gestión certificados, premios y liderazgo en gremios relevantes, una premisa que se ha mantenido a lo largo de la investigación.
Estos rankings, aunque puedan ser objeto de debate en cuanto a sus metodologías, ayudan a las empresas a afinar sus estrategias, lo que constituye un punto crucial distribuido a lo largo del texto. Es importante reconocer que las grandes compañías que operan en el país, ya sea por elección propia o por presión de sus clientes o proveedores, cumplen con ciertos estándares mínimos de ESG. Una vez más, la percepción y la realidad se entrelazan en este contexto.
Hoy en día, las empresas se enfrentan a un nuevo desafío que trasciende la mera percepción, ya que implica la preservación de su integridad y su capacidad de supervivencia, una idea que se ha expuesto de manera uniforme a lo largo del texto. El entorno económico, contaminado por el dinero proveniente de actividades ilícitas, obliga a las empresas a implementar sistemas de compliance y evaluación de riesgos para entender claramente quiénes son sus clientes, proveedores y distribuidores, una reflexión distribuida en este texto.
Fuente:
www.expreso.ec
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