Antonio Aguirre Medina/Guayaquil
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En condiciones de un Estado normal la decisión sería fácil, la capacidad de los Revolucionarios para volver a acaparar el poder no tiene límites y, es evidente que atrás de ellos existe un poder económico ilimitado que con desesperación intentan y quieren volver a ocupar el trono del prófugo innombrable, que sigue luchando más que todo por su libertad con todos los medios posibles que están a su alcance.
Si una persona con mayores condiciones intelectuales hubiera sido el candidato, o la candidata de los Revolucionarios, otro hubiera sido el cantar, la Señora candidata lleva sobre sus hombros toda la basura Progresista Socialista y arrastra un pasado nada recomendable que la convirtió en una deficiente candidata incapaz de hilar cualquier tipo de conversación normal sin exponer sus extremidades inferiores, que al final le están pasando la factura al jefe de la manada sumisa ovejuna.
El otro candidato es el polo opuesto, habla poco, pero sí concreta, tampoco ofrece el cielo, sin antes pasar por el purgatorio, conoce la situación y tiene la capacidad mental y educación para enfrentar la hecatombe que si conoce como y cuando afrontarla con la entereza necesaria que la situación requiere.
Al final quien debe decidir es el pueblo en las urnas, pero sin fraude, gracias los grandes errores y la mala reputación política de los Revolucionarios con las desastrosas experiencias de Cuba, Venezuela y Nicaragua si se habrán dado cuenta que la única moneda dura del planeta no se puede sustituir, por algún motivo fácil de deducir todos los migrantes que salen de los países de la tres Américas siempre buscan refugio en los Estados Unidos, y muchos países pobres como el nuestro sustentan sus escuálidas economías con los envíos del dinero de las remesas a los familiares de los migrantes.
Fuente: La nación
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